En un dramático discurso televisado al país, el primer ministro libanés, Fuad Siniora, pidió ayer a la comunidad internacional que detenga la "masacre" del Líbano y envíe cuanto antes ayuda humanitaria ante la escasez de alimentos y combustible, que se agotarán en dos meses, según uno de sus ministros. Medio millón de personas han sido desplazadas por los bombardeos israelís y al menos 310 libaneses han muerto. Los fallecidos civiles israelís son 15.

"¿Es esto lo que la comunidad internacional llama derecho a la autodefensa?", preguntó un desconsolado Siniora ante una situación que agencias humanitarias definen ya de "catastrófica". Su país reclamará indemnizaciones a Israel por las pérdidas materiales, calculadas por ahora en más de 1.500 millones de euros.

El llamamiento de auxilio de Siniora coincide con la jornada más sangrienta desde que hace ocho días comenzó la guerra entre Israel y Hizbulá. Al menos 62 civiles libaneses y 4 israelís, dos de ellos árabes israelís, murieron ayer alcanzados por un misil de la guerrilla libanesa en la ciudad árabe de Nazaret. Esta enloquecida espiral de violencia continúa con la complicidad de Europa y EEUU, que hasta ahora han evitado ordenar formalmente el cese de hostilidades.

El primer ministro británico, Tony Blair, se alineó con las tesis israelís para pedir como condición para el alto el fuego el fin de los ataques de la guerrilla y la liberación de los soldados israelís. El jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, quien se reunió con el primer ministro israelí, Ehud Olmert, se limitó a pedir indirectamente a Siria y a Irán que presionen sobre Hizbulá para que pare sus ataques.

EL VIAJE DE RICE Con toda seguridad, la carta blanca a la campaña militar israelí se prolongará hasta que la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, decida poner fin al espectáculo viajando a la región, posiblemente esta semana.

Solo Naciones Unidas apremió a Israel para que decida sobre la fuerza multinacional propuesta por el organismo para detener los combates. Como respuesta, obtuvo el bombardeo de una posición de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas (FINUL) en el sur del Líbano.

Cerca de la frontera, militantes de Hizbulá y tropas israelís se enfrentaron cuerpo a cuerpo, después de que los soldados se adentraran, como ya ha ocurrido otros días, unos kilómetros en el sur del Líbano. Dos militares y dos milicianos murieron. Un balance que deja al descubierto la dureza de la guerrilla y el altísimo precio que tendrá que pagar Israel si se decide a invadir por tierra.

La guerrilla musulmana chií continuó con el lanzamiento de misiles sobre el norte de Israel. Hasta 70 llegaron a caer en una hora. Hizbulá atacó la ciudad árabe y mayoritariamente musulmana de Nazaret, matando a dos niños. Sus residentes se quejaron de que el Gobierno de Israel no les advirtió para que se protegieran.

En otro signo del absurdo y los palos de ciego de esta guerra, Israel bombardeó los barrios cristianos de Beirut, sus aliados tradicionales durante la guerra civil. A los 55 muertos libaneses repartidos por todo el país durante el día de ayer, hay que añadir 12 palestinos en el otro frente bélico de Israel. Siete en una nueva incursión sobre el centro de Gaza y otros cinco en la ciudad cisjordania de Naplusa. Horas más tarde, el Ejército israelí impuso el cierre total a las localidades palestinas de Cisjordania.

CRITICAS DE MORATINOS En Madrid, en el Congreso, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, criticó la "tibieza" con que la comunidad internacional ha reaccionado a la crisis en el Líbano.