Las puertas del camión frigorífico aparcado frente al Hospital Público de Tiro, que ha servido de improvisada morgue durante el último mes en una ciudad cercada en la que los familiares ni siquiera podían acudir a recuperar a sus muertos, volvieron a abrirse de par en par. Los viandantes, que ya ayer habían vuelto a poblar las calles de Tiro, esquivaban la mirada y se tapaban la boca con pañuelo, los fotógrafos acercaban sus cámaras y algún comercio del vecindario incluso cerró sus puertas debido al nauseabundo hedor que impregnaba la atmósfera.

Era un movimiento en doble dirección: unos cadáveres entraban, recién extraídos de los escombros por la Defensa Civil, y otros salían, recuperados por sus familiares, a bordo de ambulancias. Según datos de la Cruz Roja, al menos 110 cadáveres en avanzado estado de descomposición han sido recuperados tras el cese de hostilidades.

ARMARSE DE VALOR No quiere decir su nombre, ni nada que pueda identificarlo. Pero ayer se armó de valor y se introdujo en el interior del camión, con una mascarilla tapándole la boca. Allí se le mostró el interior de un ataúd y comprobó que su hermano se encontraba entre los muertos. Una nube de reporteros gráficos se abalanzó sobre él para inmortalizar su dolor, pero no tuvieron suerte: la mascarilla para protegerle del olor también le protegió de convertirse en material para la exhibición pública. "Murió por el disparo de un francotirador, tenía 21 años", solo alcanzó a decir, entre sollozos, mientras era consolado por otros dos familiares varones.

A diferencia de los cristianos, los musulmanes prefieren enterrar a sus muertos inmediatamente después del fallecimiento. Pero las circunstancias extraordinarias que ha vivido la ciudad de Tiro en el último mes ha obligado a pasar por alto las tradiciones.

ENTIERRO CANCELADO Pese a todo, más de un centenar de cadáveres quedan todavía por ser reclamados. Por ello, y para evitar nuevos problemas, los planes de enterrar, ayer, otros 126 cuerpos en una fosa común en las afueras de la ciudad fueron finalmente cancelados ante la posibilidad de que las familias, que están regresando al sur del país de su exilio forzado, no tengan además que desenterrar a sus muertos de un foso.

Con la frágil tregua, también llegó la hora de que el Partido de Dios rinda homenaje a sus nuevos mártires caídos en la recién acabada guerra, cuyos pósteres con las imágenes de los caídos comenzaban a poblar ayer mismo las calles y las carreteras del sur libanés. En particular, era el turno de Naser Abdelghani, de 37 años, presentado por Suhal Abdalá, su primo, "como uno de los líderes de los combatientes" de Hizbulá. Deja mujer y cuatro hijos, y perdió la vida luchando contra una operación aerotransportada que realizó el Ejército israelí en las afueras de Tiro.

"NO SOMOS UNA MILICIA" "Ustedes los occidentales nos llaman milicia, pero nosotros no somos una milicia", reclamaba Suhal. Pese a que la tumba de Naser Abdelghani ya había sido abierta en el cementerio local, la ceremonia tuvo finalmente que suspenderse, debido a la ausencia de familiares que debían llegar desde el extranjero. Pero el dispositivo para elevarlo al sancta sanctórum de los mártires chiís, con versículos del Corán y pasquines en inglés --dirigidos a los medios de comunicación-- ya se había puesto en marcha. "Nuestra sangre ha ganado", podía leerse en los carteles que adornaban las calles de su pueblo donde se debía celebrar el funeral por los fallecidos en la guerra.