En el barrio suní de Mar Elías, donde se rinde culto a la familia Hariri y a su partido gubernamental El Futuro, la rabia y la frustración son incontenibles. No soportan la pasividad del Ejército que, en su celo por mantener la neutralidad, no ha movido un dedo.

El mismo sentimiento ocupa el barrio, una de las zonas de Beirut donde más duros fueron los combates de la semana pasada, después de que Hizbulá acusara al Gobierno de declararle la guerra.

Hizbulá ha cerrado sus instituciones sociales, mantiene apagados sus medios de comunicación y ha obligado a sus representantes políticos a huir de Beirut o a atrincherarse en sus casas, protegidos por el Ejército.

Mientras, la violencia continuó ayer en Trípoli y en la montaña drusa de Aley. Al menos cinco personas murieron, elevando a 49 los muertos desde el miércoles.