Pese a los intentos de la Casa Blanca de desviar la atención del caso Plame hacia otros temas, el peor escándalo político sufrido por el presidente de EEUU, George Bush, sigue en el candelero. Ayer, mientras los asesores de Bush sopesaban la dimisión del cerebro político del presidente, Karl Rove, por su implicación en este caso, Lewis Libby, exjefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, se declaró inocente en la primera comparecencia ante el magistrado, que le juzga por perjurio y obstrucción a la justicia.

A Libby le imputaron cinco delitos, por los que puede pasar hasta 30 años entre rejas, tras 22 de meses de investigaciones sobre quién reveló la identidad secreta de la agente de la CIA Valerie Plame, para castigar a su esposo, el exdiplomático Joseph Wilson, por denunciar la falsedad de uno de los argumentos de Bush para atacar Irak: que Sadam trataba de hacerse con armas nucleares en Níger.

El procesado deberá comparecer de nuevo ante el juez el 3 de febrero. Sin embargo, el magistrado no fijó fecha para el comienzo de su juicio. Ante las turbulencias que se avecinan, la Casa Blanca trabaja en un plan para proteger a Bush del daño político.