Solo unos minutos le bastaron ayer al nuevo ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, para revolucionar el tono y el mensaje de la diplomacia hebrea de los últimos años. En su discurso de toma de posesión, Lieberman aseguró que "aquellos que quieren la paz deben prepararse para la guerra y ser fuertes". Además, cargó contra los acuerdos de Annápolis, afirmando que "no tienen ninguna validez", y esgrimió que las "concesiones" territoriales no reportan "respeto y paz" sino más guerras. Sus palabras refuerzan a quienes han tildado al nuevo Gobierno de Netanyahu de radical, inmovilista y beligerante.

En la conferencia de Annápolis, celebrada a finales del 2007 y promovida por el entonces presidente de EEUU, George Bush, los líderes israelí y palestino se comprometieron a relanzar las negociaciones para alcanzar "el objetivo de dos estados, Israel y Palestina, viviendo en paz".

No es la diplomacia el fuerte del ultranacionalista Lieberman, un político que antes de convertirse en el rostro de Israel en el exterior mandó "al infierno" al presidente egipcio, Hosni Mubarak, o propuso ahogar a los presos palestinos.

Pero pocos esperaban un estreno tan sonado después de que Netanyahu tratara de tranquilizar a la comunidad internacional, sobre todo a Washington, diciendo que buscará "un acuerdo con los palestinos".