Los ministros de Exteriores de la Liga Arabe se reunieron ayer en El Cairo para estudiar un plan de ayuda a la reconstrucción del Líbano. La reunión estuvo marcada por la ausencia del ministro de Exteriores sirio, Walid al Mouallem, en un símbolo de la división con la que los países árabes han reaccionado a la guerra.

En la reunión, Egipto presentó un plan de ayuda económica, en colaboración con el Banco Mundial y la ONU, con la que pretendía unificar las aportaciones que numerosos países árabes, sobre todo las ricas monarquías del Golfo, han prometido a Beirut.

La carga política de la cumbre quedó disminuida por la ausencia de Mouallem, en línea con las críticas que el presidente sirio, Bashar al Asad, efectuó esta semana contra los regímenes árabes moderados. Arabia Saudí, Jordania y Egipto han criticado el ataque de las milicias de Hizbulá que supuso la captura de dos soldados israelís y que dio inicio a la guerra.

En su discurso, Asad pidió a estos países que si no querían luchar contra Israel y el nuevo Oriente Próximo de Estados Unidos que, al menos, no utilizaran los "argumentos del enemigo". Estas palabras crearon gran irritación, en un momento en que el líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, se ha convertido en un héroe entre los árabes.