Se esperaba que los 150.000 votos de los soldados, los diplomáticos y los presos pudieran alterar los resultados de las elecciones del martes en Israel, pero nada ha cambiado. La jefa de las negociaciones con los palestinos, Tzipi Livni (Kadima), se mantiene como ganadora por un solo punto, aunque la mayoría de analistas creen que será a su rival, Binyamin Netanyahu (Likud), a quien el presidente Shimon Peres encargará la formación del Gobierno. De ser así, el Kadima no descarta subirse al barco de Netanyahu.

"No tenemos miedo a sentarnos en la oposición", dijo ayer el correligionario de Livni y ministro del Interior, Meir Sheetrit. "Nos sumaremos a un Gobierno de Netanyahu solo si no es de extrema derecha", añadió. Sus palabras reflejan el desánimo que empieza a cundir en el Kadima, pese a que Livni insiste en que luchará hasta el final para armar una coalición. El precedente no es bueno. En septiembre ya se le encargó formar Gobierno tras la dimisión de Ehud Olmert por corrupción. Tenía entonces más escaños que hoy de sus aliados naturales, pero aun así fracasó al negarse a pagar el elevado precio, en forma de subvenciones, exigido por los ultraortodoxos.

LAS HERIDAS DE LA IZQUIERDA Ahora tiene un obstáculo añadido. El varapalo recibido por la izquierda, tanto el laborismo como el Meretz, ha abierto la reflexión en su seno y ambos partidos se muestran partidarios de pasar a la oposición. Incluso aunque Livni lograra convencerlos para gobernar a su lado, ninguno parece dispuesto esta vez a sentarse en la misma mesa con el ultra Avigdor Lieberman, la única baza de Livni para sumar los 61 escaños necesarios, una vez descartada la alianza con los ultraortodoxos.

El descalabro laborista es histórico. El partido que fundó el Estado y lo condujo en sus tres primeras décadas de existencia, cimentando sus extraordinarios logros, ha quedado relegado a una posición residual, con 13 escaños. Cierto que muchos de sus votantes apostaron por el Kadima para frenar al Likud, pero su crisis de identidad viene de lejos. "Desde la muerte de Isaac Rabin --decía ayer el editorial de Haaretz --, las diferencias entre este partido y el Likud han sido indiscernibles".

LAS QUINIELAS Todos estos elementos apuntan a la coronación de Netanyahu. La prensa hebrea decía ayer que el líder del Likud podría ofrecer al Kadima Defensa, para Saúl Mofaz, y Exteriores, para Livni. A Lieberman podría entregarle Finanzas. Si este fuera el dibujo final, el Likud ganaría el Gobierno pero perdería las principales carteras.

La fragmentación política tras las elecciones y las dificultades que entraña para ensamblar un Gabinete han reabierto el debate sobre la necesidad de reformar la ley electoral. Como solución algunos sugieren un régimen presidencialista, una fórmula que evitaría la eterna inestabilidad de los gobiernos.