La guerra de Irak, la decisión más traumática e impopular de la política exterior británica en el último medio siglo, merece al fin una revisión a fondo. La investigación que comenzó en julio celebró ayer en el Queen Elizabeth Center de Londres la primera sesión pública, con testimonios de personalidades involucradas de una u otra forma en la intervención.

La vista, que durará hasta febrero, no es un juicio. No habrá juramento de los testigos, sentencia o condenados. La investigación, reclamada durante muchos años por la sociedad británica, es, sin embargo, la única oportunidad de analizar en detalle qué razones, en base a qué pruebas y con qué juicios de valor, políticos, jefes militares y responsables de los servicios de espionaje tomaron la polémica decisión de lanzar una guerra contra Irak y derrocar al dictador Sadam Husein.

MANIFESTACION DE PROTESTA El periodo que será revisado abarca desde el verano del 2001 a julio de este año, cuando se produjo la retirada final de las tropas británicas de Irak. El plato fuerte de la puesta en escena será sin duda la comparecencia, a principios del próximo año, del exprimer ministro Tony Blair, así como la del actual jefe del Gobierno, Gordon Brown, y el que fuera ministro de Exteriores durante la invasión, Jack Straw. Blair ha sido acusado de haber mentido al Parlamento y a los ciudadanos, justificando la invasión con unas armas de destrucción masiva en poder de Sadam que no existían.

Era la careta con el rostro de Blair la que ayer llevaban puesta los manifestantes de la coalición Parad la Guerra, que movilizó en las calles a cientos de miles de ciudadanos contrarios a la intervención militar. A las puertas del centro Queen Elizabeth se congregaron también familiares de algunos de los 179 soldados británicos muertos en el conflicto desde el 2003. Todos quieren saber por qué pasó lo que pasó.

John Chilcot, el antiguo funcionario de alto rango que preside el comité investigador, se comprometió ayer a realizar una indagación a fondo, sin "evitar las críticas". Chilcot intenta despejar de esta manera las sospechas de parcialidad que pesan sobre una comisión cuyos cinco miembros han sido elegidos por Downing Street.

SIN ELUDIR LAS CRITICAS "La investigación sobre Irak fue establecida para identificar lo que se puede aprender de la participación del Reino Unido en Irak, a fin de ayudar a futuros gobiernos a afrontar situaciones similares", afirmó en la declaración preliminar. "Nadie está sometido a juicio. No podemos establecer culpabilidad o inocencia. Solo un tribunal puede hacerlo. Pero una vez que lleguemos al informe final, me comprometo a no eludir las críticas", insistió el antiguo funcionario.

La primera sesión estuvo dedicada a examinar hasta qué punto el régimen de Sadam era percibido como una amenaza en julio del 2001. La respuesta de Peter Ricketts, que era por aquel entonces presidente del comité conjunto de espionaje, el organismo que supervisa los distintos servicios secretos británicos, fue claramente positiva.

A principio del 2001, afirmó, Irak estaba considerado "una amenaza palpable". Se tenía, dijo, "la clara impresión" de que Sadam "seguía tratando" de adquirir armas de destrucción masiva, las cuales ya había utilizado en el pasado. Ricketts, sin embargo, indicó que nadie en el Gobierno británico en el año 2001 estaba tratando de "buscar apoyos" para un posible cambio de régimen en Irak. Se asumía, manifestó Ricketts, "que no era nuestra labor tratar de derrocar a Sadam Husein".