La desaparición formal de la Unión Soviética, anunciada por el último líder de la URSS, Mijail Gorbachev, el 25 de diciembre de 1991, marcó un borrón y cuenta nueva para los 350 millones de habitantes del extinto imperio comunista. Tanto los que estaban en el poder, como el hombre de la calle tuvieron que dar un giro copernicano para adaptarse a la nueva realidad. Transcurridos 12 años, los antiguos ciudadanos soviéticos intentan trazar un parangón entre su vida antes y después del 25-D. Unos con entusiasmo, otros con más pena que gloria.

El nombre del académico Alexandr Yakovlev quedó inscrito en los anales de la historia contemporánea gracias a su fama de principal ideólogo de la llamada perestroika (reconstrucción), que comprendía una serie de reformas políticas en la Unión Soviética iniciadas por Gorbachev en 1986. Yakovlev, uno de los altos cargos del Partido Comunista próximos al último presidente soviético, también era responsable de la política de aproximación a Occidente, que culminó con la caída del telón de acero a finales de los 80.

Enojo por la situación

En 1991, Yakovlev ocupaba el puesto del miembro del Politburó (órgano supremo del PCUS). Hoy día, a sus 80 años, el padre de las reformas políticas conserva su categoría de intelectual en la Rusia del presidente Vladimir Putin. El veterano político es presidente de la comisión para la rehabilitación de las víctimas de represalias políticas que trabaja bajo la égida del Kremlin. Aunque su trayectoria profesional y personal después de la desintegración de la URSS ha sido envidiable, Yakovlev ve con enojo la situación política actual en Rusia.

"Tengo la sensación de que en Rusia se está creando un clima muy preocupante. Por ejemplo, este año en varias ciudades rusas las autoridades locales han restaurado monumentos de Stalin", suspira Yakovlev. "Me temo que la estabilidad defendida por Putin en el fondo es la restauración del sistema burocrático heredado de la Unión Soviética. Los burócratas se han hecho de nuevo dueños de la situación. Y es un grave error", opina.

"La desaparición de la URSS me cambió la vida de la noche a la mañana", cuenta el empresario moscovita, Alexei Sokolov, de 33 años, en su nuevo y lujoso apartamento ubicado en uno de los nuevos rascacielos de la ciudad de Moscú. "Yo iba a pasar ocho años en la cárcel", continúa Sokolov, propietario en Rusia de varias tiendas de importación de muebles.

Tras cumplir el servicio militar obligatorio en 1990, Sokolov, entonces estudiante de Medicina, se arriesgó a lanzarse a la nueva economía liberal convirtiéndose en vendedor de recuerdos en el rastrillo de la calle moscovita Arbat.

Posesión de dólares

Pocos meses después, los servicios secretos soviéticos le capturaron con un billete de 100 dólares en mano. Según la ley soviética, la posesión de billetes extranjeros era un delito penado con varios años de prisión. Sokolov tuvo la suerte de que el juicio se celebrase tras la caída de la URSS. El veredicto del juez fue "absolverle de cargos, pendientes de la evolución de los cambios políticos en el país".

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