El odio ha conquistado definitivamente Gaza. Los largos meses de pugna por el poder entre Hamás y Al Fatá han dado paso a una guerra por la supervivencia y la aniquilación del otro. Ya no hay límites. Todo vale. Se ha impuesto la crueldad más despiadada. En los últimos dos días, en los que al menos 28 personas han muerto, un hombre fue arrojado al vacío desde un piso 15; una anciana y tres adolescentes murieron tras ser bombardeada su casa; un clérigo fue acribillado a la salida de la mezquita; un capitoste de Al Fatá recibió 40 disparos. Hasta lo más sagrado ha sido profanado, como tres hospitales, donde han penetrado los combates. Incluso las viviendas de los líderes de cada partido fueron ayer atacadas con ametralladoras, granadas y morteros. La del primer ministro, Ismael Haniya, por segundo día consecutivo.

Ambos bandos han entrado sin disimulos en una guerra para controlar a cualquier precio el territorio, las armas, los medios de comunicación y las sedes institucionales. De momento, Hamás está imponiendo su mayor unidad y convicción en el combate. En un ultimátum insólito, el brazo armado de los islamistas conminó ayer a Al Fatá a evacuar las sedes de todos los cuerpos de seguridad controlados por las fuerzas leales al presidente, desde la guardia presidencial al espionaje militar. Más tarde sus hombres pasaron a la acción. En el norte asaltaron un cuartel controlado por 500 militantes de Al Fatá. En el sur, en Jan Yunis --bastión del cerebro militar de los nacionalistas, Mohamed Dahlan-- tomaron tres posiciones militares. Y en la capital, además de disparar contra la residencia de Abbás, saquearon la vivienda del dirigente histórico de la OLP y exministro de Exteriores, Nabil Shaath.

Ahogado en la impotencia, el presidente palestino, Mahmud Abbás, pidió en vano un alto el fuego y acusó a un sector de Hamás de "planear un golpe contra las instituciones" y "conducir al país a una horrible guerra civil". Su partido se planteaba ayer salir del Gobierno de unidad que comparte con Hamás. Aunque la coalición está virtualmente muerta, todavía mantiene su valor simbólico. El día en que se rompa, interpretan algunos analistas, comenzará oficialmente la guerra civil. Mientras, cunde la ira en el seno de Al Fatá por lo que algunos consideran debilidad de sus líderes. "Hamás está tomando nuestras posiciones y no recibimos órdenes", afirmó ayer uno de sus comandantes en el sur de Gaza.

LOS EXTRANJEROS Para colmo, ambos enemigos han intensificado su campaña de propaganda y se acusan mutuamente de estar al servicio de intereses extranjeros. Las emisoras islamistas describen a Abbás como un colaboracionista de Israel y Estados Unidos, que financia su guardia presidencial. Los portavoces y las radios de Al Fatá acusan a Hamas, ya sin tapujos, de seguir los dictados de Irán y Siria. Para tratar de acallar esas voces, las fuerzas presidenciales tomaron los estudios de la televisión de Hamás en Gaza y Ramala.