¿Nicolás Maduro ha designado a dedo a un sucesor? La sospecha ha tomado forma después de que el mandatario haya cedido a su vicepresidente, Tareck el Aissami, hasta quince atribuciones presidenciales. El Aissami, considerado representante del chavismo más duro y que ocupa el cargo de vicepresidente desde el pasado 4 de enero, tiene a partir de ahora el poder de cambiar o nombrar viceministros, decidir sobre las partidas presupuestarias de los ministerios, decretar expropiaciones, aprobar jubilaciones especiales, exonerar impuestos, liquidar o crear instituciones estatales, entre otras responsabilidades.

El decreto presidencial ha provocado sorpresa en la oposición que no ha tardado en especular con la posibilidad de que El Aissami se convierta en eventual candidato a presidente del país. De momento, los comicios regionales se mantienen en un limbo desconcertante, mientras que el referendo revocatorio de Maduro ha desaparecido estas últimas semanas del horizonte político.

La oposición intenta reactivar su convocatoria, por ahora sin suerte. Maduro ha justificado las nuevas atribuciones del vicepresidente por la necesidad de dotar al Gobierno de una mayor agilidad.

El nombramiento como vicepresidente de El Aissami fue entendido en su momento por la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD)como una maniobra relacionada con el referéndum revocatorio. Si Maduro lo perdiera, como predicen las encuestas, la Constitución fija que sea el vicepresidente el encargado de finalizar en 2019 el actual período presidencial.

TRANSICIÓN INTERNA

Jesús Torrealba, secretario de la MUD, ha advertido que el decreto de Maduro representa un “progresivo empoderamiento” de El Aissami. Para Carlos Andrés Michelangeli, diputado de esa coalición, el Gobierno prepara “una transición” interna.

Al politólogo Luis Salamanca le ha llamado la atención que Maduro delegue funciones. Salamanca augura en adelante un mayor protagonismo del vicepresidente. “Tiene más poder y autoridad y se abona el terreno para presentarlo como candidato que represente a los sectores del oficialismo”.

El creciente peso de El Aissami en el Gobierno coincide con el dictamen de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que rechazó la decisión de la Asamblea Nacional (AN) de destituir a Maduro por “abandono del cargo”. El TSJ sostuvo que las condiciones para que pueda aplicarse esa figura tienen que ver exclusivamente con la voluntad del presidente de dejar de ejercer sus funciones sin motivo o justificación, y que esa ausencia sea permanente y definitiva. El Parlamento se prepara para responderle al máximo tribunal en otro capítulo del conflicto de poderesque se ha desatado en Venezuela desde enero de 2016 y que la tentativa de diálogo político no ha podido resolver.

Los movimientos en el Gobierno se producen en un momento en que la MUD está paralizada. “Será difícil negarlo. La oposición venezolana vive una profunda crisis. No es una crisis de identidad ni de ideología. Es una crisis de representación”, señaló Fernando Mires en el sitioProdavinci. “Entendemos por crisis de representación una situación en la cual se pierde la conexión entre representantes y representados, o digámoslo llanamente: cuando la confianza de los segundos con respecto a los primeros ya no existe o es muy precaria”.