Difícilmente podrá Pakistán recuperar en un próximo futuro una figura política de la talla de Benazir Bhutto (Sind, 1955). Aristócrata, millonaria, valerosa e inteligente, la educación recibida en Oxford y Cambridge no mermó la exigente y a la vez ecléctica formación islámica que recibió en su niñez. Hija de un padre suní --del que heredó su carisma y el apellido más importante de Pakistán-- y de una madre chií --Begún Nusrat, de la que recibió su extraordinaria belleza--, Benazir Bhutto estaba llamada, pese a su condición femenina, a afrontar retos históricos en una sociedad en la que las mujeres son sujetos sociales de clase inferior.

Después de la ejecución de su padre, Benazir desplazó a sus dos hermanos varones y recogió su estandarte político y el liderazgo en el Partido Popular de Pakistán (PPP). Zulfikar Alí Bhutto, primero presidente y luego primer ministro de Pakistán, fue depuesto por un golpe de Estado militar encabezado por Zia Ul Haq en 1977. Bhutto fue ahorcado en el año 1979.

Jefa de Gobierno

La primera mujer que desempeñó el cargo de primera ministra en un país islámico (de 1988 a 1990 y de 1993 a 1996) siguió un camino similar al de otras mujeres miembros de grandes dinastías ligadas al poder y a la política en el subcontinente asiático: Indira Gandhi en la india, Sirinavo Bandaranaike en Sri Lanka (Ceilán), Jaleda Zia y Hasina Wajed en Bangladesh. La pertenencia a una familia poderosa prevaleció en estos casos sobre la condición femenina del liderazgo.

Como otras familias de linaje, la de Bhutto ha visto morir violentamente a varios de sus miembros. Además de su padre, su hermano mayor falleció en extrañas circunstancias en Cannes, y el menor, Murtaza, líder de una facción escindida del PPP y su rival político cayó tiroteado por la policía en 1996.

A la traumática pérdida de sus familiares hay que añadir cinco años de cárcel, otros tantos de arresto domiciliario y ocho años y medio de exilio. Su marido, Asif Zardari, con quien se casó en 1987 y tuvo tres hijos (dos varones y una mujer), purgó más de siete años en prisión ligado a las acusaciones que pesaban sobre ella, pero ninguno de los 18 cargos fueron probados en los tribunales. Fue liberado en el 2004. Paralelamente, en el 2005 un tribunal anticorrupción declaró inocente a la exprimera ministra y a otros cuatro dirigentes de su administración de los cargos de tráfico de influencias. No hay duda de que Bhutto conocía su destino. En una entrevista firmada por Nathan Gardels (Global Viewpoint), realizada poco después de los atentados islamistas del 11-S contra objetivos en territorio de EEUU, afirmó desde su exilio en Gran Bretaña: "Soy el siguiente objetivo de Bin Laden".

La mano de Osama

Benazir sabía que tras el asesinato en Afganistán del dirigente antitalibán Ahmad Masud, estaba en la lista. Ella misma denunció entonces que Osama bin Laden lanzó a sus seguidores contra ella por primera vez en 1989, y que entregó 10 millones de dólares a sus oponentes políticos para que promovieran una campaña de desprestigio y una moción de censura para derribarla. Bajo acusaciones de corrupción, la campaña tuvo éxito y la desalojó del poder en 1990.

Pero estas revelaciones no fueron tenidas en consideración en aquel momento. Bin Laden se había ganado una positiva aureola de anticomunista en su lucha contra los soviéticos en Afganistán, y desde Occidente apenas si se adivinaba el peligro que entrañaba su fanatismo religioso.

Trama de acusaciones

Benazir, que se había definido como "socialdemócrata", perdió el poder. Incapaces de derrotarla en las urnas, los islamistas urdieron un fácil entramado de acusaciones de nepotismo, abuso de poder y corrupción que ella definió como "un golpe de Estado constitucional". La historia se repitió en su segundo mandato (1993-1996). Tras un abrumador éxito en las urnas y no pocos éxitos en la gestión --reducción del déficit, privatizaciones de empresas públicas ineficaces y esfuerzos en pro de un mejor reparto de la riqueza-- acabó en un exilio que duró casi nueve años.