Los partidarios del no en Francia forman una coalición disparata, pero de temible eficacia electoral, que cristaliza los agravios y temores de una ciudadanía desconcertada ante el espectáculo poco edificante de la decadencia de sus élites, desgarradas por las luchas intestinas a izquierda y derecha.

Refractaria a las reformas, más dirigista que liberal, Francia no asume la reducción de su tamaño relativo, la rémora de su excepción cultural, la globalización inexorable o la pérdida de influencia en una Europa encandilada por el modelo anglosajón o las sirenas del imperio. Y bajo la presidencia de un dinosaurio, según la visión norteamericana más europea, que yerra siempre con el calendario electoral.

El debate es una maravilla, pero no resuelve los problemas. El referendo ha sido un pretexto para que aflore un malestar que no disipará el resultado.

Desde el año 1989, Francia está desorientada en Europa, enredada en un combate populista que debilita al proyecto europeo.

*Periodista e historiador.