"El salario en Brasil es igual que la eyaculación precoz: no dura nada. Es tan difícil gozar de un salario y un empleo, tan raro, que en este país se está convirtiendo en un fetiche". El humor popular traza su diagnóstico con una ferocidad que el lenguaje técnico o ministerial evita o edulcora, transcurridos 14 meses desde que Luiz Inácio Lula da Silva llegara al poder con la promesa de cambiar una historia de repetidas frustraciones.

El poder adquisitivo de los brasileños bajó el 5,7% en un año. En Sao Paulo, el estado que produce el 33% del total y cuya capital maneja sin mayor fortuna el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula , el paro alcanzó el 19,8%. Otro 3,5% de personas perdieron su trabajo en este mes. Recientemente, unas 15.000 personas, convocadas por Fuerza Sindical --la central obrera ajena al PT-- salieron a protestar contra la política económica.

Sin previsión de mejora

Semanas atrás, el metro de Sao Paulo necesitaba cubrir 30 puestos vacantes y recibió 133.000 solicitudes de empleo. Pero la falta de oportunidades no es un mal exclusivamente paulista, sino un efecto de la recesión en el territorio. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el paro nacional ya está en el 12%, contra el 11,6% de febrero del año pasado. Y los expertos no prevén que las cosas vayan a ir mejor a corto plazo.

Que esto suceda en la principal economía latinoamericana --que cerró el año 2003 con una leve recesión y tiene un acotado pronóstico de crecimiento para este año-- no es una novedad. Lo que no se esperaba es que el PT terminara calcando parte de la misma receta que criticaba a sus antecesores.

La medicina neoliberal que Antonio Palocci, el extrotskista encargado de la economía, defiende, erosiona la confianza ciudadana. La popularidad del presidente pasó en el último mes del 69% al 60%, y sólo el 34% de los brasileños aprueba la gestión de su Gobierno.

Aliados en contra

La Iglesia católica, cuyos obispos progresistas protegieron al PT en sus días de persecución y acompañaron el crecimiento del partido de izquierdas, ha roto su tregua. El cardenal Geraldo Majella aseguró que la miseria en Brasil "nunca ha sido tan visible como ahora".

Hasta el Partido Liberal (PL), el aliado centroderechista, se lanzó a presionar. Valdemar Costa Neto, presidente del PL, pidió al presidente que cambie a Palocci por "alguien competente". Y el centrista PMDB, que se sumó al Gobierno a principios de año, dio señales de dejarlo si no hay cambios.