Al igual que el día anterior hizo la oposición, los seguidores del presidente venezolano, Hugo Chávez, abarrotaron ayer la avenida Bolívar de Caracas para cerrar la campaña en favor del en el referendo de mañana sobre la reforma de 69 artículos de la Constitución Bolivariana. Al ritmo tropical del tambor y de las aquí navideñas gaitas, la marea fue ayer roja, rojita y desfiló al grito de "unidos por el ". Chávez se dirigió a los manifestantes y declaró: "Esta es la hora de la Venezuela revolucionaria".

Entre el flamear de banderas y pancartas, Chávez recorrió la avenida desde lo alto de un camión y, con el puño alzado, lanzó besos y escenificó abrazos. Tras saltar un rato con el rap de campaña, afirmó: "Ahora sí que está llena la avenida Bolívar, de banda a banda, además de otras avenidas contiguas. Llegó la hora de la patria. Le daremos un nuevo KO a la oligarquía".

La oposición restó importancia a la gran concentración chavista y resaltó que buena parte de los participantes llegaron en autocares desde otras regiones del país. "Caracas, convertida en estacionamiento de autobuses por el ", titulaba en internet un diario opositor, mientras los autobuses foráneos iban aparcando a lo largo de la autopista Valle Coche y la avenida del Libertador. "Nosotros llenamos la Bolívar sin autobuses", comentaron muchos que el día anterior habían gritado a favor del no en esa misma avenida.

EPISODIO DE VIOLENCIA La campaña no se cerró sin violencia. Por la noche, un simpatizante chavista que, en la urbanización caraqueña de San Bernardino, pegaba carteles a favor de la reforma fue asesinado a tiros desde un coche en marcha; su acompañante quedó gravemente herido. Días atrás, otro joven chavista murió tiroteado en Guacara, en el centro del país, cuando trató de pasar una guarimba ; es decir, un corte del tránsito efectuado por un pequeño contingente de opositores.

"La oposición busca unos muerticos, como en abril del 2002, cuando el golpe de Estado, y en otras ocasiones. Solo que esta vez los estamos poniendo nosotros", comentaron funcionarios y seguidores de Chávez.

No obstante, el ambiente general era de discusión crispada pero sin pasar a mayores. En las calles se formaban espontáneos corros que debatían a gritos, más que el alcance de las reformas constitucionales, que muchos desconocen, la política y la continuidad de Chávez en el palacio presidencial de Miraflores. El propio mandatario se encargó de centrar en su persona el referendo sobre los cambios, hasta el punto de hacer propaganda sobre cuestiones internacionales.

De manera significativa y frente a las camisetas a favor del no , tan diversas como la propia oposición, la gran mayoría de manifestantes lucía ayer la franela --como aquí se llama a la camiseta-- roja en la que debajo del podía leerse: "Con Chávez".

REELECCION ILIMITADA A la hora de valorar los aspectos más importantes de la modificación de la Carta Magna, pocos chavistas mencionaban el artículo 230, que permitiría la reelección sin límite del presidente. Hacían, en cambio, hincapié en que "la reforma le da poder al pueblo e incluye a las misiones", o programas gubernamentales que promueven la educación, la sanidad, la alimentación y otras mejoras sociales en los cerros llenos de miseria y antaño marginados y olvidados de la política.

"Chávez nos ayuda y hay que apoyarlo", decían muchos. No les importaba que el gobernante se arrogue el poder de designar a innumerables cargos civiles y militares. "Es nuestro comandante en jefe. ¡Que mande!", dijeron varios manifestantes.

El poder popular , que no llegará a las alturas, estaba en el ánimo y la palabra de quienes el domingo votarán, como las veces anteriores, "rojo, rojito". Solo algunos lo harán por primera vez a favor de la propuesta de Chávez, como un joven que enarbolaba una bandera del movimiento gay y comentó: "Gracias al artículo 21, el homosexual tendrá identidad sexual y no podrá ser discriminado en los espacios públicos".

Muchos otros, en cambio, se inclinarán por votar esta vez en contra del presidente, o simplemente por abstenerse, a la vista de las "locuras de este personaje tan particular", o de la "revolución de mentirijillas" que ha puesto en marcha.