La cólera de los chinos no se apaga. Miles de personas salieron ayer a las calles de Shanghai, Hangzhou y Tianjin, en el este del país, para exteriorizar, muchas veces por medio de la violencia, su rechazo a las más recientes decisiones del Gobierno de Japón. Lo mismo que el pasado fin de semana en Pekín y otras ciudades, los manifestantes corearon duros eslóganes antijaponeses y atacaron todo lo que olía a nipón: consulados, coches, restaurantes, tiendas.

Tres cosas soliviantan a los chinos. La primera, que Japón no reconozca las atrocidades que cometió su Ejército durante la primera mitad del siglo XX. La segunda, que Tokio haya autorizado, esta semana, prospecciones en aguas del mar de China reclamadas por Pekín. Y tercero, el deseo japonés de ocupar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El detonante del conflicto fue la decisión del Gobierno nipón de aprobar la publicación de un libro de texto en el que se minimizan las agresiones contra China entre 1931 y 1945.

"No odiamos a Japón, pero queremos que reconozca los errores de su pasado, como hizo Alemania", declaró un manifestante en Shanghai.

Los incidentes más violentos tuvieron lugar en Shanghai, donde cerca de 10.000 personas se concentraron delante del consulado japonés. Algunos lanzaron piedras, ladrillos y botellas contra la sede diplomática, y otros optaron por hacer pintadas en los muros exteriores. Tiendas, restaurantes y hasta coches japoneses también fueron atacados. La mayor parte del tiempo, la policía se contentó con observar. Cerca de 10 manifestantes resultaron heridos cuando los agentes decidieron intervenir y disolver la protesta.

El Gobierno japonés asiste a la escalada de violencia con preocupación. El Ministerio de Exteriores divulgó por la tarde un comunicado en el que criticó la pasividad de las autoridades chinas frente a las manifestaciones. "No impidieron que los manifestantes lanzaran piedras, botellas y excrementos --reza la circular--, a pesar de que tenían información suficiente sobre lo que iba a suceder". Desde Tokio, el jefe de la diplomacia japonesa, Nobutaka Machimura, aseguró que "las medidas de seguridad no eran suficientes".

VISITA CRUCIAL Machimura viajará hoy a Pekín para entrevistarse con su homólogo chino, Li Zhaoxing. El diplomático japonés dijo que su intención es aliviar la tensión entre ambos países, pero anunció que eso no le impedirá protestar por la ola de violencia antijaponesa, que calificó de "extremadamente lamentable". Machimura también exigirá excusas de parte del Gobierno chino, además del pago de los daños que han sufrido durante las últimas semanas los inmigrantes japoneses.

La visita del ministro de Exteriores a Pekín obligó a las autoridades chinas a prohibir cualquier manifestación en la capital, donde se extremaron las medidas de seguridad.