Ni siquiera el despliegue de seguridad pudo evitar que las protestas llegaran hasta las narices del presidente. "¡Márchate!, ¡Márchate!", le gritó un hombre que se coló en la tribuna de prensa, delante del Capitolio, a un centenar de metros de George Bush, que terminaba su discurso.

Mientras la policía se llevaba al manifestante y éste hacía la señal de la victoria, otros dos desplegaron en la misma tribuna una sábana con una gran calavera pintada en rojo y un rotundo: ¡No a la guerra! . El conflicto de Irak y los 1.364 soldados de EEUU fallecidos en la guerra fueron el motor de las principales protestas, en su mayor parte pacíficas, salvo un encontronazo cerca de la Casa Blanca entre 30 anarquistas y la policía. Los manifestantes fueron dispersados con porras y gas pimienta. Algunos respondieron con bolas de nieve.

"¡Abajo el rey George!"; "El peor presidente de todos los tiempos"; y "Deje de matar, detenga la guerra", fueron los eslóganes que salpicaron Washington, convertido en un fortín. Eso no disuadió a los portadores de ataúdes cubiertos por la bandera de EEUU. Otros se fingieron muertos o envolvieron en vendas. "Lo que experimenté en Irak me llenó de remordimiento", explicó Aidan Delgado, un exsoldado. Pero los fastos presidenciales no se alteraron. Se esperaba que unas 100.000 personas pespuntearan los 3 kilómetros del recorrido, por el que desfilaron bandas de música y más de 300 caballos y jinetes, que le dieron un sabor tejano. Bush y su familia contemplaron la parada desde una tribuna de cristal antes de seguir la fiesta, pues por la noche debían acudir a los nueve bailes de gala que cerraban cuatro días de celebraciones.