El cielo de El Aaiún ya no lo cubría ayer la enorme humareda provocada por la espiral de violencia que el lunes se apoderó de la capital del Sáhara Occidental tras la entrada a sangre y fuego del Ejército marroquí en el campamento de Gdeim Izik. Tampoco había trincheras, ni barricadas, pero el terror está sembrado en toda la población saharaui.

La ciudad amaneció ayer blindada y devastada. Tomada por las fuerzas marroquís, aunque seguía habiendo choques callejeros aislados. Las autoridades desplegaron un amplio cordón policial y militar que controla cada rincón de los barrios saharauis y emprendieron una oleada de registros casa por casa y de detenciones de los chavales que habían participado en las protestas. "Entran en las casas, lo arrasan todo y sacan a la fuerza a la gente", relatan por teléfono testigos directos. Civiles marroquís se enfrentan con los saharauis y se suman a los saqueos.

La situación recuerda los sangrientos episodios de la intifada del 2005, con una dramática diferencia. Esta vez "hay muchos más muertos y heridos". El Frente Polisario confirmaba ayer al menos 11 víctimas mortales saharauis --entre ellas un niño de 7 años--, 159 desaparecidos y 723 heridos. Marruecos, por su parte, reconocía la muerte de ocho agentes y un solo civil saharaui y defendía la actuación de sus fuerzas asegurando que entraron en el campamento porque "las familias eran retenidas por delincuentes y partidarios del enemigo, el Polisario".

Dicen fuentes saharauis que "el Gobierno marroquí quiere ajustar cuentas por sus muertos". "¿Y ellos? ¿A cuántos han matado?", se pregunta Brahim Huiria, que permaneció desvelado toda la noche de la batalla campal. Le llegaban informaciones a cada instante sobre nuevos saqueos y allanamientos de casas de familias saharauis.

APOYO DE LA PRENSA A todo ello, la clase política marroquí se felicita por la sangrienta intervención militar y la prensa nacional la apoya con entusiasmo: "El Estado de derecho y la ley están por encima de todos y no hay reivindicaciones sociales que justifiquen la violencia de la soberanía. Los que imaginan que pueden chantajear al poder solo porque el Sáhara es una zona de conflicto están confundidos", sentencia el periódico arabófono Ajbar Al Yum.

Mientras, Rabat persiste en el bloqueo informativo del conflicto, impidiendo a la prensa internacional llegar al Sáhara Occidental y sembrando las carreteras de controles policiales con el objetivo de que ningún extranjero ponga un pie en El Aaiún. Ni siquiera meros turistas en busca de sol y playa han podido subirse a un avión y las conexiones aéreas entre Las Palmas y la capital de la antigua colonia española han quedado interrumpidas hasta el próximo lunes.

Pese al férreo control, activistas españoles como Isabel Terraza se han convertido en los ojos de cuantos no logran llegar a la zona de conflicto: "Los saqueos no han cesado. Los saharauis tienen miedo y no es para menos. ¡Están llenando las cárceles!", afirma Terraza, que desembarcó en la ciudad días antes de que se desencadenaran los disturbios en las calles de El Aaiún.