Desde mayo del 68, siempre que los jóvenes han apoyado masivamente un movimiento social el presidente se ha visto obligado a ceder. Sin embargo, Nicolas Sarkozy sigue confiando en que los ardores juveniles se deshagan como un azucarillo. Tiene algunos motivos para creerlo. Por ejemplo, el hecho de que los universitarios se mantengan al margen. La única universidad que se había sumado a la protesta, Rennes 2, votó ayer en contra de seguir el paro.

El movimiento juvenil está, pues, liderado por los alumnos de instituto, que han paralizado 306 centros según el Ministerio de Educación y 900 según los sindicatos de estudiantes. Más que las manifestaciones, que cada vez son más numerosas, lo que inquieta al Ejecutivo es que la situación degenere en disturbios, puesto que si un joven pierde la vida o resulta gravemente herido en alguna manifestación es previsible que el movimiento se radicalice.