Todo empezó en esta región cercana a Damasco en el 2013. Ese año, las tropas del presidente sirio, Bashar al Asad, rodearon la zona de Guta, un enclave opositor donde viven unas 400.000 personas. El régimen rodeó la ciudad y la cerró: desde entonces, los alimentos y las medicinas apenas han entrado. Las que lo han hecho solo se pueden comprar a precios imposibles.

Asad, hace dos meses, decidió acabar con uno de los últimos enclaves rebeldes en Siria. Intensificó —junto con su aliado, Rusia— su ofensiva aérea sobre la ciudad. En tan solo dos meses, casi mil personas han muerto bajo las bombas. Entre anteayer y ayer, la cifra ha sido de 200. Entre ellos hay al menos 20 niños, según el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos, que cifra los heridos en 850: un número enorme en una región donde no hay tratamiento suficiente para curar a los afectados; donde los hospitales, objetivo de las bombas, se ven obligados a cerrar. Siete, por los últimos bombardeos, lo hicieron este lunes.

Las Naciones Unidas pidieron un alto el fuego inmediato. «Las hostilidades están escalando extremadamente. La situación está a punto de estar fuera de control», dijo la ONU ayer en un comunicado. Hace unos meses, esta organización ya dijo que lo que está pasando en Guta (el asedio, la escasez y los bombardeos deliberados a civiles) «podría constituir un crimen de guerra».

La ONU puede anunciar el pecado, criticarlo. Pero si quiere que le dejen entregar ayuda humanitaria a la región no puede señalar al pecador: no puede decir que quien bombardea y condena a la inanición a la gente atrapada en Guta son Asad y sus aliados.

La situación es tan límite que la agencia para niños de la ONU, Unicef, ha emitido un comunicado en blanco. « », han dicho en diez líneas para decir que se han quedado sin palabras: «Ninguna puede hacer justicia a los niños, madres, padres y seres queridos muertos. ¿Tienen los que están provocando todo este sufrimiento palabras para justificar sus actos bárbaros?».

Según anuncia el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos, desde hace dos semanas, Asad está desplegando soldados y rodeando el enclave. Se preparan para iniciar una ofensiva terrestre y tomar la región, la única dentro de la provincia de Damasco bajo control rebelde.

Los civiles, en vista de la inminente ofensiva, intentan esconderse a zonas donde la guerra les pueda afectar menos. Pero Guta está cerrada. De allí no se puede salir. «Estamos ante la mayor masacre del siglo XXI —dijo Abu al Yasar, un doctor en Guta a la agencia AFP—. Es una barbaridad. ¿Qué hay más terrorista que matar a civiles con todo tipo de armas? ¿Es esto una guerra? No, esto no es una guerra. A esto se le llama masacre». Al Yasar cuenta cómo, durante la jornada del lunes, le llegó un bebé que había sido rescatado de las ruinas tras un bombardeo. El crío no tenía casi pulso y estaba completamente azul. «Le abrí la garganta para ponerle un tubo respiratorio y vi que estaba llena de polvo. Se lo saqué con mis manos y conseguí meterle el tubo», dice, y asegura que le salvó la vida, pero que ese niño es solo uno: «Hay cientos y cientos de heridos más». «Los bombardeos son frenéticos. Esto es una catástrofe humanitaria con todas las de la ley: el asesinato masivo de personas que no tienen lo suficiente para vivir», dijo, en un comunicado, la Unión de Organizaciones Médicas y de Ayuda Humanitaria, que gestiona hospitales en zonas rebeldes de Siria.

El presidente ruso, Vladímir Putin, dio la guerra en Siria ya por ganada y terminada en noviembre. Guta, en principio, formaba parte de las «zonas de pacificación», pactadas entre Turquía y Rusia para reducir la crudeza del conflicto y buscar una solución negociada a la guerra. La otra zona es Idleb, donde los bombardeos rusos y de Asad, durante el inicio de este año, también se han incrementado.

Y pese a la promesa de rebajar la intensidad de la lucha, cada día que pasa es peor. Solo este lunes, por los bombardeos sobre Guta murieron 140 personas. Hace cinco años que no había una jornada tan mortífera: fue en el 2013, por un ataque con gas sarín perpetrado por Damasco. En ese acto murieron 1.429 personas. Y no fue la única vez que civiles han sido atacados con armas químicas. Pasó hace un año en Idleb. EEUU y Francia culparon a Asad. «Srebrenica fue la matanza de los años 90. La de Guta es la de este siglo», dice Al Yasar.