Israel se está ahogando en una atmósfera estridente y nacionalista, y la oscuridad está empezando a cubrirlo todo. Los frenos que aún nos quedaban están erosionándose, la insensibilidad y la ceguera que ha caracterizado a la sociedad israelí en los años recientes se está intensificando". Esto escribía sobre la actual guerra el periodista israelí Gideon Levy --una de las pocas voces valientes que quedan en Israel-- horas antes de que las fuerzas aéreas de su país mataran a 57 personas, entre ellas 37 niños, en un bombardeo contra un edificio en la ciudad libanesa de Qana. Una matanza que daña aún más la imagen de Israel, horroriza a medio mundo, indigna a árabes y musulmanes y boicotea una salida diplomática al conflicto.

"Dado que hemos crecido acostumbrados a pensar que el castigo colectivo es un arma legítima, no sorprende que no haya un debate entre nosotros sobre el cruel castigo infringido al Líbano por las acciones de Hizbulá. Si es correcto en Naplusa, ¿por qué no en Beirut?", se preguntaba Levy. Como suele suceder en estos casos, al llegar las noticias de Qana, Israel mostró su pesar, prometió una investigación, negó que ataque a inocentes de manera premeditada, culpó a Hizbulá de usar a civiles como escudos humanos y, a última hora, empezó a sembrar dudas sobre la responsabilidad de su Ejército. De seguir el patrón habitual, no sería de extrañar que la investigación oficial del Ejército israelí sentencie que fue Hizbulá la autora de la matanza.

EL MAS MORTIFERO Pero el caso es que el bombardeo más mortífero desde el inicio de la guerra llegó tras 18 días de ataques indiscriminados contra objetivos civiles. Dieciocho días en los que la comunidad internacional ha sido incapaz de reclamar unánimemente un alto el fuego, lo que desde Tel-Aviv es visto como una luz verde. Y la muerte de Qana llegó también cuando la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, estaba en Jerusalén. Rice planeaba ir a Beirut, pero el primer ministro libanés, Fuad Siniora, le invitó a no coger el avión, así que Rice, "profundamente entristecida", volvió a reunirse con el primer ministro israelí, Ehud Olmert, a quien le dijo que el ataque "no hace feliz" a EEUU. Ni una condena ni un llamamiento a un alto el fuego.

Y eso que Rice tenía motivos para estar irritada, ya que la matanza boicotea sus esfuerzos de presentar esta semana una resolución ante el Consejo de Seguridad de la ONU en la que se concrete el envío de una fuerza multinacional como paso previo al alto el fuego. Pero la tragedia cambia la dinámica, y si el acuerdo parecía cercano, ahora el Líbano dice que no tiene nada de qué hablar si no hay un alto el fuego inmediato y sin condiciones. E Israel, mientras, a lo suyo: pide dos semanas más para acabar el trabajo. Falta por ver si Washington aguantará la presión de sus aliados y continuará negándose a centrar los esfuerzos en detener el derramamiento de sangre.

GUERRA PERDIDA Y es que la cuestión esencial sobre la que gira el proceso diplomático es que Israel debe ganar la guerra, aunque hasta ahora eso parece verdaderamente difícil. La de la propaganda, con tanta sangre inocente derramada, la va perdiendo. Y Hizbulá se hace más fuerte cada día que pasa. Furiosos libaneses se manifestaron ayer en Beirut, Siniora elogió el coraje de la milicia chií, y en las webs y televisiones árabes solo se leía y se oía a árabes y musulmanes que clamaban venganza. Venganza que Hizbulá ha prometido, en forma de más katiuskas contra los aterrorizados israelís. Y al mismo carro se ha subido Hamás, y hasta el comandante de los Guardianes de la Revolución iraní, que pidió a Alá que "aliente el celo de los musulmanes y elimine a EEUU e Israel".

En 1996, en la operación Uvas de la Ira, Israel mató en Qana a un centenar de civiles. Entonces, la presión mundial llevó al fin de la ofensiva. Es necesario ahora otro milagro, cambiar la sangre por el diálogo. "Mucho antes de que esta guerra se decida, ya puede afirmarse que su coste incluirá el apagón moral que nos rodea y nos cubre, amenazando nuestra existencia y nuestra imagen no menos que los katiuskas de Hizbulá", acababa ayer el artículo sobre su país, sobre Israel, Gideon Levy.