Donald Trump ha recibido un duro golpe este martes en Alabama. Con la victoria en una elección especial para el Senado del candidato demócrata, Doug Jones, la frágil mayoría republicana en la Cámara Alta, que ya falló al presidente de Estados Unidos en su intento de tumbar la reforma sanitaria de Barack Obama, se debilita aún más, hasta 51-49.

Junto a la derrota de pura matemática política hay también un golpe más intangible a Trump: en la última semana había apoyado personal y plenamente al polémico candidato republicano, Roy Moore, un antiguo juez, ultraconservador religioso homófobo e islamófobo que enfrenta acusaciones de haber abusado y acosado sexualmente a adolescentes. Y aunque con un resultado muy ajustado (49,9% para Jones frente al 48,4% de Moore), en un estado sureño y conservador donde hacía un cuarto de siglo que no se elegía a un demócrata para el Senado los votantes (incluso algunos republicanos) han enviado al presidente un mensaje: no todo, ni cualquiera, vale. Menos en la nueva era de conciencia, denuncia, tolerancia cero y acción contra el abuso sexual.

El presidente ha tratado de frenar el impacto con un tuit más diplomático que de costumbre en el que ha felicitado a Jones. Y aunque ha destacado el factor importante que han jugado las papeletas donde los votantes han escrito nombres distintos a los de los candidatos (el 1,7%) ha asumido que “una victoria es una victoria”. Ha recordado, eso sí, que habrá “muy pronto” elecciones para el mismo escaño.

Moore, en cambio, se ha negado a aceptar su derrota. Aunque con el 99% del voto escrutado la ventaja de Jones era de 1,5 puntos, ha sugerido que podría haber un recuento. La ley estatal marca que este solo es automático si la diferencia de votos es menor de 0,5 puntos, pero la campaña del republicano podría buscar uno (y pagarlo), retrasando la confirmación oficial de Jones.

HISTORIA DE UN FRACASO

Tanto el presidente como los republicanos tienen ahora muchas reflexiones que hacer.

Trump, guiado por sus asesores, no apoyó a Moore en las primarias republicanas, sino al candidato preferido por el aparato del Partido Republicano, Luther Strange. Pero fue Moore, respaldado por el radical populista Steve Bannon, quien se hizo con la nominación.

Cuando se revelaron las acusaciones contra Moore el partido y sus líderes (no demasiado entusiasmados con la idea de tener otro radical incontrolable en el Senado) trataron de distanciarse con él, llegaron a instarle a retirarse y frenaron el apoyo económico a su campaña. Trump, no obstante, volviendo a confiar en Bannon, su antiguo estratega jefe, decidió apoyarlo públicamente en la última semana, pese a que seguía plentamente vivo el escándalo de los abusos y las proposiciones a menores. Muchos líderes republicanos, pensando más en la agenda legislativa que en la indignación popular por el escándalo sexual, siguieron los pasos del presidente y el partido volvió a inyectar fondos en la campaña de Moore.

La derrota en Alabama ahora no solo dificulta la agenda legislativa de los republicanos, sino que abre para los demócratas esperanzas de poder recuperar la mayoría en el Senado en las elecciones legislativas del año que viene, cuando se renueva un tercio de la Cámara.