Cuatro días después del brutal asesinato de la ministra de Exteriores sueca, Anna Lindh, cometido ante varios testigos y a plena luz del día en unos grandes almacenes de Estocolmo, la policía sueca ha admitido que aún no ha podido identificar al asesino, ni mucho menos saber su paradero. "Es que no sabemos quién es", se justificó puerilmente ayer uno de los portavoces policiales.

Y ante la falta de resultados de la investigación, el diario Svenska Dagbladet adelantaba ayer que el asesino no es un aficionado y que tenía voluntad de matar. El rotativo obtuvo la información gracias a una filtración del hospital donde fue operada Lindh, y dice que el agresor sabía dónde tenía que clavar la hoja del cuchillo para que la herida fuera mortal.

Según fuentes médicas, el agresor no se limitó a pinchar, sino que movió repetidas veces la hoja del cuchillo dentro del hígado para provocar desgarros irreparables. "Si sólo hubiera sido un pinchazo, hubiera sido posible salvar su vida", dijo la fuente anónima al diario sueco.

Mientras, las críticas contra los investigadores no cesan y cada día que pasa sin avances crecen las quejas por la ineficacia de las fuerzas de seguridad del Estado.

Los agentes han recopilado en cambio numerosas pruebas. El arma homicida es un cuchillo de monte que fue abandonado en el lugar del crimen, lo mismo que una gorra de béisbol. La sudadera ensangrentada que llevaba el asesino también fue hallada en una papelera cercana. Los técnicos suecos no han podido obtener del cuchillo huellas ni material biológico que sirva para la obtención del ADN.

FOTO A CARA DESCUBIERTA

La policía divulgó ayer la foto del sospechoso del asesinato, un día después de que lo hiciera la prensa distorsionando su rostro.

Mientras, han aparecido dos nuevas pruebas. Se trata de un pelo y una mancha de sangre hallados en el mismo lugar del asesinato, según el diario Expressen . Todo apunta a que el agresor resultó herido.