A Gloria Macapagal Arroyo (Manila, 1947) se le aplaude su capacidad de resistencia y poco más. Llegó a la presidencia como salvadora en el 2001 y la dejará en mayo con el país tan hundido como lo encontró, castigado por la violencia y la pobreza. La hija de Diosdado Macapagal (presidente filipino entre 1961 y 1965) y compañera de pupitre de Bill Clinton en la Universidad de Georgetown ha superado una decena de intentonas golpistas, procesos de destitución y las acusaciones de fraude en las elecciones del 2004.

Su carrera ha estado salpicada de escándalos. Este año gastó 14.000 euros en un restaurante de Nueva York a base de langosta y champán, lo que escandalizó a un país con la tercera parte de su población bajo el umbral de la pobreza. La sombra de Corazón Aquino ha sido demasiado larga para Arroyo, comparada a menudo con Imelda Marcos, la de los 2.000 pares de zapatos. Su legado más rescatable es la abolición de la pena de muerte en el 2006. A cambio, en su mandato se han cometido 900 ejecuciones extrajudiciales.