"Muchos habían pensado que no iba a volver. Se ve que no han terminado de conocerme: sigo firme". El regreso de Carlos Menem a Argentina --tras ocho meses prófugo de la justicia-- tuvo algo de puesta en escena de un relato bíblico bajo la dirección de los hermanos Marx. La Rioja, su provincia natal y una de las más atrasadas del país, tuvo de todo en la fiesta de recepción: vírgenes de yeso, bombos y trompetas desafinadas, agua bendita y champán.

"¿Por qué tanto atacar a las Fuerzas Armadas, a las fuerzas de seguridad? ¿Y por qué a la Iglesia, en un país donde la casi inmensa mayoría es católica, apostólica y romana?", preguntó Menem. Llegó tan vaticanista que hasta quiso imitar al Papa y besar la tierra. Cuando apareció en la escalera de su avión eran las 22.30 del miércoles. Noche de resurrección.

Nostalgia del pasado

De repente, la multitud que lo aguardaba en el aeropuerto se le abalanzó para saludar al caudillo conservador. "Que vuelva Carlos", le pidieron, nostálgicos de los días en los que la moneda argentina tintineaba en los bolsillos con una prepotencia que la devaluación del 2002 terminó pulverizando.

Desde que abandonó el poder, en diciembre de 1999, Menem se convirtió en inquilino permanente de las páginas judiciales o de sociedad de los diarios. En el 2001 se casó con Cecilia Bolocco, una antigua Miss Universo simpatizante de Augusto Pinochet que, según la prensa de Santiago, ahora lo esquiva en público para no padecer el efecto desprestigio . El mismo año de su boda, Menem fue puesto bajo arresto domiciliario por su presunta condición de jefe de un grupo mafioso que traficó con armas. Meses más tarde, gracias a la ayuda de sus amigos en el Tribunal Supremo, quedó en libertad.

Tras su derrota electoral, en mayo del 2003, Menem huyó a Chile para eludir al juez Norberto Oyarbide que investiga sus cuentas bancarias. Oyarbide le permitió retornar después de que su hija Zulema y los amigos de siempre pagaran la fianza de 740.000 euros.

El expresidente dice no olvidar los agravios y por eso aseguró ser un "perseguido", víctima de la saña de Eduardo Duhalde --su exvicepresidente y luego jefe de Estado-- y de Néstor Kirchner, a quien más de un riojano llamó "anticristo".

Desprecio del peronismo

Los peronistas aman el poder, reverencian a quien lo ejerce. Y como Menem lo carece, el partido hegemónico de Argentina le da la espalda. Carlitos apenas consiguió en su regreso el respaldo del senador Eduardo Menem, su hermano, y de su sobrino --el diputado Adrián Menem--, además de la "solidaridad" de Luis Patti --un exoficial de la policía defensor de la tortura--, de un exdiputado que nunca pudo sacarse el estigma de haberse lucrado con bienes de desaparecidos durante la dictadura, de un exministro de Justicia que, ante todo, aborrece el aborto, y de un pelotón de personajes en desgracia.

Pese a su escasa popularidad, Menem prometió a sus incondicionales sentarse otra vez en el sillón presidencial en el 2007. En su primer discurso, recordó que, en los años 90, Argentina era aliada preferente de EEUU y, ahora, Argentina está aislada del mundo. Antes de despedirse, Menem lamentó la precariedad de millones de parados y rogó por ellos. Al día siguiente, mientras jugaba al golf, debió dedicarles algunos de sus pensamientos piadosos.