Todo indica que la cancillera alemana, Angela Merkel, volverá a aparecer hoy sonriente en la sede de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), celebrando entre aplausos una nueva victoria electoral que ningún sondeo le disputa. Desde que en el 2005 se impuso por la mínima al entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, Merkel ha sido una extraordinaria figura de consenso en Alemania, un tótem de estabilidad y sencillez que gusta al alemán medio, lo que le ha permitido gobernar con coaliciones que le han hecho su mandato más cómodo. Prueba de ello son sus campañas electorales, marcadas plenamente por el culto a su figura como referente moral.

Con socialdemócratas (SPD) o liberales (FDP) como socios, la cancillera ha sabido poner su cara a todas las victorias mientras sus aliados eran castigados en las urnas. Merkel ha hecho gala de su pragmatismo y ha pivotado hacia el centro político en los temas que más le convenían para mantenerse en el poder, robando el programa a sus rivales. Así, se ha convertido en una figura indispensable en Berlín a la que, parece, nadie puede hacer sombra. Tras 12 años en el poder, Mutti (Mamá, como se la conoce) aún mantiene un 59% de popularidad. A sus 63 años, esta más que previsible nueva victoria alargará su mandato hasta los 16 años, todo un récord de longevidad entre los mandatarios occidentales.

MAQUIAVELISMO ALEMÁN / El camino de Merkel está lleno de cadáveres políticos, de machos alfa que la han subestimado y han terminado sucumbiendo a ella, tanto en casa como fuera. Ha sobrevivido a la testosterona de su partido, ha tratado con cuatro presidentes franceses y cuatro primeros ministros británicos, y va en camino de derrotar a su cuarto rival en las elecciones federales. «La gente ve en ella la racionalidad, la estabilidad y la sencillez que tanto le gustan. No es exagerada como lo era Schröder», explica Werner J. Patzelt, politólogo de la Universidad de Dresde.

Paciente, fría, pragmática y alejada de toda confrontación, Merkel se ha convertido en una maestra de la ambigüedad. Es la madre que impone la ortodoxia fiscal y el dogma neoliberal en Europa pero aplica tintes socialdemócratas en casa. La que abrió las puertas a los refugiados pero quien las cerró con un pacto de dudosa legalidad con Turquía. La que decidió cerrar las centrales nucleares del país pero quien ha revitalizado el militarismo alemán. La que ha reducido el paro hasta mínimos históricos pero quien ha impulsado la precarización laboral y la pobreza entre sus ciudadanos. Merkiavelo, como la describió el sociólogo Ulrich Beck al compararla con El Príncipe de Maquiavelo, ha hecho de su aburrida marca personal un triunfo.

Ahora afronta sin embargo las primeras brechas de ese consenso, con un clima político y social cada vez más tenso. La crisis del euro y especialmente la de los refugiados la obligaron a reaccionar y posicionarse, aunque solo cuando no tenía otra salida. En alemán, el verbo merkeln significa no tomar decisiones. A pesar de sus tardíos gestos, Merkel se encargó de vender que «no hay alternativa» a sus recetas, una intransigencia que la llevó a ser comparada con Adolf Hitler en Grecia y en el precario sur europeo a la vez que era considerada una «traidora» por el creciente sector ultra de Alemania.

Su estrategia la ha alzado como la política más influyente de la UE, empujada por el papel hegemónico de Alemania. Pero es criticada por exhibir un «egoísmo a corto plazo» al imponer una estrategia exportadora inasumible y desigual que está fracturando al club comunitario.

Ayer, la cancillera y Martin Schulz, su rival socialdemócrata, hicieron sus últimas apariciones públicas en Greifswald y Aquisgrán, considerados como feudos propios, para motivar a sus seguidores ante unos comicios en los que aún existe un tercio de indecisos. Merkel se limitó a conversar y tomar café con militantes de la CDU en su circunscripción de Pomerania Occidental, en la antigua RDA. Schulz, por su parte, participó en un acto del SPD en Aquisgrán (Renania del Norte-Westfalia), cerca de su ciudad natal, Eschweiler, donde pidió la máxima participación para frenar el apoyo creciente de Alternativa por Alemania (AfD).