El presidente de México, Felipe Calderón, dio una vuelta de tuerca a la guerra que declaró en diciembre del 2006 contra el narcotráfico y puso ayer bajo sitio militar a Ciudad Juárez, la localidad más violenta del país y paso fronterizo con EEUU que se disputan tres cárteles de la droga. Con la llegada de 5.000 soldados, más de 7.000 militares patrullarán esta semana esa ciudad del estado norteño de Chihuahua que, con más de medio millar de asesinatos, acumula en lo que va de año la mitad de las muertes violentas de todo México.

Docenas de vehículos y aeronaves militares llegaron durante el fin de semana a Ciudad Juárez, donde Calderón ordenó el viernes, durante una reunión del gabinete de seguridad federal, poner "punto final" al narcotráfico. La aparatosa concentración de fuerzas disminuyó ligeramente la actividad de los sicarios y el número de víctimas, pero, lejos de erradicar la violencia, provocó nuevos y confusos tiroteos.

POLICIAS ASESINADOS El sábado, al menos tres policías municipales murieron acribillados en dos patrullas distintas, perseguidas una por militares y la otra por presuntos pistoleros a sueldo de los narcos que iban disfrazados de militares. Y otras ocho personas, entre ellas una mujer, fueron asesinadas en la calle. Las amenazas de los cárteles obligaron incluso a desviar una tradicional cabalgata que recuerda un ataque del revolucionario Pancho Villa. Como dijo el presidente Calderón, el tráfico de drogas es "un cáncer" que lo ha "invadido todo". El año pasado, Ciudad Juárez registró 1.600 asesinatos relacionados con el crimen organizado.