Los servicios de seguridad británicos conocían, pero no detuvieron, a dos de los terroristas suicidas que mataron a 52 personas en la red de transportes de Londres. Los servicios de espionaje tenían pruebas, un año antes del atentado, de sus contactos con una célula de Al Qaeda.

Los componentes de esa célula, cinco radicales islámicos de nacionalidad británica, a los que se decomisaron 600 kilos de explosivo en la llamada operación Crevice, fueron condenados ayer a cadena perpetua, en el juicio más largo y más caro de la historia judicial del Reino Unido.

Al hacerse público el veredicto se supo que el líder del grupo, Omar Khyam, de 25 años, había mantenido varios encuentros en el año 2004 con Mohamed Sidiqui Khan, el jefe del grupo que perpetró los atentados del 7-J y con Shehzad Tanweer. Ambos se suicidaron aquel día, junto con otros dos cómplices. Los servicios de espionaje del MI5 habían seguido a Khan hasta Leeds, la ciudad donde residía, pero no emprendieron acción alguna contra él por no considerarlo peligroso, y tampoco avisaron a la policía local de West Yorkshire.

El descubrimiento de tales fallos y la sospecha de que la tragedia de Londres se podía haber evitado provocaron ayer consternación entre las víctimas, que volvieron a pedir, con el apoyo de conservadores y liberales, una investigación independiente de las circunstancias en las que se fraguó el ataque.

En la Cámara de los Comunes, el ministro del Interior, John Reid, rechazó tal investigación. El nuevo director del MI5, Jonathan Evans, indicó que los agentes estaban siguiendo por aquel entonces otras muchas pistas, que parecían prioritarias. La vinculación con el atentado empañó lo que ha sido un éxito de la policía y el espionaje, al desbaratar una trama que podía haber costado cientos de vidas. Khyam fue filmado por el MI5 y Scotland Yard, en un almacén donde tenía 600 kilos de nitrato de amonio.