La batalla política por la reforma del sistema sanitario estadounidense se libra en el Congreso, pero también en la calle. Y el presidente Barack Obama cuenta con un nuevo e importante aliado para tratar de ganar el apoyo de la ciudadanía a su misión: su esposa, Michelle Obama, que con una intervención ayer ante un grupo de mujeres en la Casa Blanca dio los primeros pasos de su implicación en el proceso, una participación que se anticipa muy distinta, menos política y más social que la que en los 90 protagonizó Hillary Clinton.

La primera dama apeló ayer a una movilización ciudadana similar a la que se organizó para llevar a su esposo hasta la Casa Blanca y usó el término "inaceptable" para describir el actual sistema sanitario en el país. Es un adjetivo que encontraba nueva justificación en un estudio colgado en internet por la Facultad de Medicina de Harvard, que cifró en 44.789 las muertes anuales vinculadas a la falta de cobertura médica.

Esa cifra, que se traduce en una muerte cada 12 minutos en EEUU, refleja un riesgo 40% mayor de morir cuando no se dispone de seguro que cuando se tiene una póliza. El porcentaje ha crecido un 15% desde 1993, cuando el riesgo de muerte de los no asegurados se calculó un 25% mayor que el de los asegurados.

Michelle Obama va a eludir entrar en análisis políticos y su apuesta, según sus asesores, será intentar centrarse en la parte del debate en que se cruzan los aspectos políticos con la realidad de los estadounidenses. Algunas de sus principales bazas son su credibilidad y su popularidad (que ronda el 70%). Suma también la experiencia, pues trabajó como administradora en un hospital en Chicago.

Uno de sus potenciales logros es, asimismo, ganar aún más apoyo a la reforma entre las mujeres, un sector clave, pues 8 de cada 10 madres se encargan de gestionar la atención médica en su familia.