Huyen a pie, con sacos, maletas o con lo puesto, pero aliviados. Miles de trabajadores sirios cruzaron ayer la frontera entre el Líbano y Siria por temor a que el estallido de una guerra civil pueda convertirlos en objeto de represalias por parte de las facciones políticas antisirias y progubernamentales del Líbano. "La vida en Beirut para nosotros se ha vuelto muy difícil", dice Mohamed, de 29 años, mientras cruza la frontera.

Desde hace nueve años, Mohamed vive en la capital libanesa, donde trabaja en una compañía de transportes por 300 euros al mes. "Estos días, alguno de nosotros se ha llevado una paliza; es mejor dejar que se calmen las cosas antes de regresar", tercia uno de sus compañeros. Hasta el asesinato del primer ministro libanés, Rafic Hariri, en febrero del 2005, más de un millón de sirios trabajaban en el Líbano como mano de obra barata en la construcción, el campo o las conserjerías de los edificios residenciales.

Su suerte cambió. La mayoría de libaneses acusaron al régimen de Damasco del magnicidio de Hariri. Las protestas obligaron al Ejército sirio a retirarse del Líbano tras 30 años de tutelaje político y presencia militar. Con ellos se fueron temporalmente miles de trabajadores. Ahora vuelven a estar en el ojo del huracán. El Gobierno acusa a Siria e Irán de estar tras Hizbulá y de la inestabilidad.