Las tropas de Estados Unidos se retiraron ayer de Nayaf y Kufa tras asegurarse de que las milicias leales al clérigo radical shií Moktada al Sadr deponían sus armas antes de abandonar los recintos sagrados, arropados por la presencia de miles de peregrinos. También los soldados iraquís desaparecieron de las calles y la policía local, encargada según lo pactado de mantener la seguridad en las dos ciudades, tomó el relevo. El acuerdo alcanzado la víspera entre Sadr y el gran ayatolá Alí Sistani, la máxima autoridad religiosa y política del shiísmo iraquí, se llevó a cabo sin contratiempos y puso fin a una larga crisis entre los rebeldes, el Gobierno iraquí y las tropas de EEUU, y a tres semanas de sangrientos combates.

"A todos mis hermanos del Ejército del Mehdi: debéis abandonar Kufa y Nayaf sin vuestras armas, junto con las masas pacíficas", indicó Sadr en un comunicado emitido por su oficina. A la hora límite fijada para completar la evacuación, las 10 de la mañana, los milicianos del Mehdi había entregado ya a los colaboradores de Sistani las llaves del mausoleo del imán Alí Ben Taleb, que controlaban desde abril, cuando se produjo la primera insurrección shií.

Sistani llamó a los iraquís a marchar de forma pacífica hacia Nayaf y Kufa para proteger sus santuarios de la destrucción y para arropar a los milicianos entre el gentío en el momento culminante de la retirada.

Las tropas de EEUU se marcharon hacia el mediodía del centro de Nayaf, en cuya periferia tiene su base la Undécima Fuerza Expedicionaria de Marines, pero las carreteras por las que se accede a la ciudad sagrada seguían ayer fuertemente vigiladas.

CALMA EN LAS CALLES En Kufa, a unos cuatro kilómetros al noreste de Nayaf y bastión del Ejército de Mehdi, residentes en esa localidad declararon a los medios de comunicación que, por la tarde, en las calles de la ciudad no se apreciaba la presencia de hombres armados de ninguno de los grupos en conflicto.

El ministro interino de Estado, Qasim Daud, calificó el acuerdo como una "gran victoria", pero ni Sadr ni Sistani quisieron hablar de vencedores o vencidos. Pero entre los soldados del Mehdi, pese a los cientos de muertos se apreciaba un sentimiento de victoria.