Desde que comenzaron a caer en suelo israelí hace cinco años, nunca un cohete artesanal palestino había generado tantos heridos. Pero ayer todo fue diferente. Un cohete Qasam con la firma de la Yihad Islámica y los Comités Populares de Resistencia --una facción cercana a Hamás-- alcanzó la base militar israelí de Zikkim, situada tan solo a un kilómetro al norte de la frontera con Gaza, y la metralla hirió a casi 70 soldados que dormían en tiendas de campaña. De ellos, uno está en estado crítico, cuatro están graves, 10 tienen lesiones de carácter moderado y el resto fue atendido por heridas leves o crisis nerviosas.

El ataque desató las iras de los familiares de los reclutas, mientras la oposición ultranacionalista exigió la invasión de Gaza para acabar con los Qasam. Una opción desestimada por el Gobierno.

La ministra de Asuntos Exteriores israelí, Tzipi Livni, acusó a Hamás. "Da igual quién lo reivindique. Hamás controla completamente Gaza. Tienen la capacidad para detenerlos los Qasam pero han decidido no hacerlo", dijo ante su homólogo francés, Bernard Kouchner, de visita en la región.

Los islamistas, más acostumbrados a enterrar muertos que a infligir bajas al enemigo, celebraron con entusiasmo --y como propia-- la funesta proeza. "Esta es una victoria de Alá para la resistencia", afirmó un portavoz de Hamás, apelando a Dios en la mejor tradición del Hizbulá libanés. La Yihad Islámica incluso repartió caramelos entre los habitantes.