Mientras en el paseo marítimo de Tel-Aviv jóvenes, parejas y familias enteras disfrutaban de la cálida mañana de febrero de ayer, Ron, actor cómico de 31 años, se acercó a la puerta de la discoteca Stage para ver los restos del atentado del viernes por la noche. "Yo tuve suerte, ayer no me tocaba trabajar".

Discoteca, karaoke, pequeño teatro... El Stage es un lugar muy concurrido de la noche de Tel-Aviv. A la hora del atentado, media hora antes de su apertura, una veintena de clientes ya hacían cola. El suicida, otro joven como ellos, se llevó consigo a cuatro de esas personas. "No hay solución posible con los palestinos, porque el problema es que odian a los israelís. Aunque les diéramos todo Tel-Aviv, continuarían con el terrorismo", dice Ron en un largo monólogo, muy diferente de los sketches que interpreta en el Stage.

El tráfico del paseo marítimo se ralentizaba ayer a la altura del Stage. Los conductores miraban los restos del ataque, tal vez pensando en esos titulares prematuros que hablaban del fin de la Intifada. Los guardias de seguridad impidieron con su presencia que Abdalá Badran se inmolara en el interior del local. Aún falta mucho para que esos guardias sean innecesarios en las puertas de los locales públicos de Israel. "Estamos asustados. La vida es muy dura en Israel y el mundo no está con nosotros", se queja Ron, antes de bajar el telón de su monólogo más triste.