La confirmación del desarme del IRA se produce después de un largo proceso cuyo antecedente inmediato data de hace más de un decenio: la tregua dictada por los terroristas (1994) fue una respuesta forzada por los cambios sociales espectaculares que la integración europea provocó en Irlanda, derrumbando las barreras psicológicas y económicas que dictaron la partición de 1921 y perpetuaron una inicua discriminación. Los irlandeses ricos ya no son una amenaza, sino una atracción. El desarme de las conciencias, que empezó en el Sinn Féin, precedió en más de 10 años a la entrega de las armas, quizá porque los pistoleros hacen de la violencia y el chantaje un medio de vida.

Los partidos protestantes, perdida su razón histórica, servían a Londres para tensar la cuerda, mantener suspendida la autonomía y recordar que el desarme es un paso previo a toda concesión. Los unionistas continúan escépticos, pero más por incertidumbre que no por convicción.

*Periodista e historiador.