Lo dijo ayer el presidente de EEUU, Barack Obama: "Aunque sabíamos desde hace algún tiempo que este día llegaría, lo esperábamos no sin temor". Tras más de un año de lucha contra un tumor cerebral, Edward Moore Kennedy, Ted, Teddy, falleció el martes por la noche, a los 77 años, en su casa de Hyannis Port, en Massachusetts. Acabó Camelot, se cierra una era.

Quedan hijos, sobrinos, nietos... Herederos de un apellido que representa en EEUU lo más cercano a una monarquía. Pero con Teddy desaparece el último miembro destacado de un clan que ha marcado la política y las vidas de los estadounidenses durante más de medio siglo, quizá el que mejor encarnó una realidad resumida por el historiador James Sterling Young: "La mayoría de la gente crece y entra en política. Los Kennedy entran en política y luego crecen".

Y mientras todas las banderas de los edificios federales bajaban a media asta, el país se sumía en una sensación de pérdida irremplazable que también expresó Obama: "Para su familia era un guardián; para América, fue el defensor de un sueño".

El presidente calificó a Kennedy como "el mejor senador de nuestra era". Y se hacía difícil elegir una entre las casi 600 iniciativas legislativas que Kennedy llegó a ver convertidas en ley en sus 46 años en la Cámara alta. Derechos civiles, laborales y electorales; sanidad, educación, lucha contra la pobreza, acceso a la vivienda... Todo lo abarcó en su lucha por lo que llamó "los miembros más humildes de la sociedad". Y algunos historiadores identifican ya su legado como más importante que el de sus dos famosos hermanos, John F. Kennedy y Robert Kennedy.

ENTIERRO EN ARLINGTON Cerca de sus tumbas, en el cementerio de Arlington, en Virginia, será enterrado el sábado por la tarde, aunque los planes concretos del funeral no se han hecho públicos aún. Hoy está previsto el traslado de los restos desde Hyannis hasta el museo y la biblioteca presidencial de su hermano JFK en Dorchester, donde podrá ser visitado por los ciudadanos esta tarde y mañana por la mañana. Por la tarde, está previsto un homenaje privado y el sábado se celebrará un servicio religioso en la basílica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Boston, donde él rezó a diario mientras su hija luchaba contra el cáncer.

Será en Arlington donde reposará un hombre que conoció victorias y derrotas, tragedias y alegrías. La llamada "maldición de los Kennedy", con una familia plagada de muertes, le obligó a erigirse en patriarca. Ted vivió muchas luces y una eterna sombra: Chappaquiddick Island. Una noche de verano de 1969, tras una barbacoa regada de alcohol, su coche cayó por un puente. Le acompañaba una joven, Mary Jo Kopechne, que murió ahogada. El tardó nueve horas en informar a la policía. Fue sentenciado a dos meses en libertad condicional por abandonar la escena de un accidente. Pero nunca pudo quitarse de encima la sospecha. Y en parte eso frustró su intento de llegar a la Casa Blanca.

Sus colegas en el Senado lo lloraron sin diferencias de partido. Fue uno de los demócratas más progresistas, látigo para los republicanos en ocasiones históricas, como cuando fue de los pocos en negar su voto a George Bush para iniciar la guerra de Irak, que tildó de "fraude".

Pero fue también un estratega inteligente que buscó y logró la alianza con los republicanos cuando hizo falta para avanzar en las causas que defendía. Solo con Orrin Hatch, uno de los más conservadores, ha esponsorizado 11 leyes, y firmó con John McCain el último y frustrado intento de reformar la inmigración.

La última causa por la que luchó con pasión fue la reforma de la sanidad. Y su ausencia en ese debate se sentirá. Obama ha perdido a uno de sus mejores aliados. Y cobran especial sentido las palabras que le dijo ayer la viuda al vicepresidente Joe Biden: "El estaba listo para marcharse. Nosotros no estábamos listos para dejarle ir".