El expresidente surcoreano y premio Nobel de la Paz Kim Dae-jung murió ayer a los 85 años en un hospital de Seúl a causa de una neumonía. Kim es uno de los principales arquitectos de Corea del Sur, donde ayer se lloró su pérdida. Había sobrevivido a una sentencia de muerte y varios atentados antes de llegar a la presidencia del país. De Kim queda su lucha prodemocrática y su política de acercamiento a Corea del Norte.

Los reconocimientos a su figura llegaron de todas partes. El actual presidente, Lee Myung-bak, quien ha arruinado buena parte de su legado, dijo que el país había perdido "a un gran líder". "Espero que Kim, quien llevó una vida política tormentosa, descanse ahora en paz", dijo Chun Doo-Hwan, el militar que encabezaba el Gobierno (1980-1988) que condenó a muerte a Kim en los 80. La lucha contra la dictadura llevó a Kim a la cárcel, a etapas de arresto domiciliario y a varios intentos de asesinato. Llegó al poder en 1998, en plena crisis de los mercados asiáticos. Tildado de comunista por sus adversarios, tuvo que negociar con los organismos financieros internacionales para resucitar al país con grandes reformas. Pero sus logros económicos quedan empequeñecidos por su política sunshine de acercamiento a Corea del Norte, resumida en el histórico apretón de manos en el 2000 a su homólogo del norte, Kim Jong Il. El fallecido inició el deshielo entre ambas Coreas a pesar de que desde dentro del Gobierno surcoreano se le criticaba a menudo por la ayuda económica que facilitaba a Pyongyang a fondo perdido.

MIEDO Y DESCONFIANZA "El sur y el norte nunca se han liberado del miedo y la desconfianza mutua en medio siglo. Cuando cooperemos, ambos disfrutaremos de paz y prosperidad económica", decía Kim. Su política fue continuada por Roh Moo-hyun, quien se suicidó cuando iba a ser juzgado por corrupción.