La epopeya ya cuenta con un mártir. Samarn Poonan, un antiguo miembro del cuerpo de élite de la Marina tailandesa, murió ahogado al quedarse sin oxígeno en la cueva donde desde hace casi dos semanas permanecen aislados 12 niños y un joven de 25 años. Su muerte subraya una pregunta incómoda sobre los planes de sacar a los atrapados a través de las cavidades: si un experimentado submarinista ha sucumbido, ¿qué oportunidades tiene una decena de niños que no saben nadar?

Samarn buceaba de regreso cuando, a kilómetro y medio del destino, su compañero descubrió que había perdido la consciencia tras agotar el contenido de su tanque. Intentó reanimarlo con un masaje cardiaco pero fue en vano. El submarinista, de 38 años, estaba en plena forma, y se ofreció como voluntario a las operaciones de salvamento. Más de mil de personas, venidas de todo el mundo, se afanan en sacar a los niños antes de que las inminentes lluvias del monzón caigan con fuerza.

«No permitiremos que haya perdido su vida en vano. Seguiremos», prometió ayer el almirante Yuukongkaew para insuflar ánimos a los equipos de rescate. Los niños siguen recibiendo clases aceleradas de buceo.