El rumor de un ataque suicida fue el detonante ayer de una espectacular estampida humana que se llevó por delante la vida de más de 800 iraquís de confesión shií, la mayoría de ellos mujeres y niños. Las víctimas mortales, a las que hay que sumar unos 180 heridos, se encontraban en uno de los puentes que salvan el río Tigris a su paso por Bagdad y participaban, junto a cientos de miles de fieles más, en una peregrinación a la mezquita Musa al Kadim, uno de los santuarios más venerados de la comunidad shií.

El ministro de Interior iraquí, el shií Bayan Baker Solagh, responsabilizó a los grupos armados sunís de provocar la tragedia. "Un terrorista difundió el rumor que desató la estampida. El terrorista señaló con un dedo a otra persona y dijo que llevaba encima explosivos", aseguró. El presidente, Jalal Talabani, señaló directamente a los seguidores del terrorista jordano Abu Musab al Zarqaui, líder de Al Qaeda en Irak, del incidente que desató la avalancha. Zarqaui, dijo, "es un criminal que atiza la hostilidad religiosa en Irak".

DESFILE SOBRE EL AIMA Miles de peregrinos desfilaban sobre el puente Aima, que une el barrio de Adamiya con el de Kazimiya, donde se levanta el mausoleo shií. El rumor sobre la presencia de un kamikaze se expandió como la espuma entre la multitud que empezó a correr, presa del pánico, en todas direcciones. Muchos de los muertos (841, según el saldo oficial) fallecieron aplastados por la multitud, otros cayeron o se lanzaron al río desde varios metros de altura tras desplomarse las vallas de protección del puente.

Montones de cadáveres y de objetos personales de los fallecidos quedaron sembrados a lo largo del puente. Sobre las aguas del río flotaban los cuerpos sin vida de decenas de personas, mientras grupos de rescate, a bordo de barcas, intentaban salvar a algunos de los supervivientes. Ambulancias y coches particulares trasladaron a las víctimas a los hospitales de la ciudad, que quedaron colapsados.

A pesar de que la multitudinaria procesión se celebraba bajo estrictas medidas de seguridad, para evitar nuevos ataques contra la comunidad shií, horas antes de la tragedia tres proyectiles de mortero cayeron cerca de la mezquita y mataron a siete civiles. Además, el ministro de Defensa, el suní Saadun al Dulaimi, reveló ayer que las fuerzas de seguridad localizaron a tres suicidas cerca del santuario shií, pero "se inmolaron antes de alcanzar su objetivo".

PETICIONES DE DIMISION El ministro de Sanidad iraquí, Abdul Mutalib Mohamed Alí, exigió ayer la dimisión de Al Dulaimi y del ministro de Interior, por no haber organizado las medidas de seguridad necesarias para evitar la tragedia. Mohamed Alí dijo además que unos desconocidos repartieron ayer comida envenenada entre los fieles, lo que provocó la muerte de 20 personas.

En los alrededores de la mezquita --una gran construcción de cúpula dorada levantada en el siglo XIV-- se habían concentrado cerca de un millón de peregrinos procedentes de varias partes de Irak. Los shiís celebraban el aniversario del fallecimiento del séptimo imán Musa al Kadim, que murió en el año 799, y que los shiís consideran uno de los sucesores del profeta Mahoma.

El primer ministro iraquí, el shií Ibrahim Yafari, decretó ayer tres días de duelo nacional. También mostraron su pésame a las víctimas los clérigos sunís, adversarios del actual Gobierno iraquí dominado por los shiís y los kurdos. "En esta ocasión deseamos expresar nuestras sinceras condolencias a todos los iraquís y a los familiares de los mártires", dijo ayer el religioso Haith al Dhari. "Es otra catástrofe a añadir a la lista de tragedias en Irak", añadió.

TENSION CRECIENTE El número de muertos sitúa la tragedia de ayer como la más mortífera ocurrida en Irak desde la invasión anglo-estadounidense en marzo del 2003, y acrecienta aún más la tensión que reina en el país entre la comunidad suní y la shií, enfrentadas estos días por la crisis del borrador de la Constitución, aprobado por el Parlamento sin el concurso de los sunís, que esperan derrotarlo en el referendo.