Cada 25 minutos se muere un niño en Argentina por problemas de desnutrición o por otras causas asociadas. Son unos 11.000 al año. Aunque nunca son noticia, unos 500 chicos recorrieron el país del trigo y la carne la semana pasada para recordarlo.

La Marcha por la vida --con sus escenas lacerantes: criaturas arrastrando a sus padres a voz en grito por las calles de Buenos Aires-- tuvo, sin embargo, escaso impacto mediático. La televisión se ocupaba entonces de otro asunto infantil: el procesamiento por presunto abuso sexual de menores por parte de un párroco que preside una fundación bonaerense al cuidado de párvulos marginados y que suele contar con las bendiciones de la jet-set argentina.

MUERTES EN TUCUMAN

Debe haber sido el cansancio que provoca tanto morbo que en las pantallas volvió a aparecer lo que suele estar afuera: la muerte por hambre. Fue de esa forma que la noticia del fallecimiento de cuatro indigentes en la provincia de Tucumán impuso su peso arrollador.

En Argentina hay unos 12,5 millones de niños, de los cuales el 75% vive en la pobreza y un 11% son desnutridos crónicos. "Son hombres para morir y menores para vivir", dijo Norberto Morlachetti, uno de los organizadores de la Marcha por la vida. Parte de ese ejército de desangelados recorre Buenos Aires por las noches, cuando la ciudad se parece a una escena mejorada de Blade Runner, la película futurista de Ridley Scott donde apenas una calle separa a la prosperidad de la exclusión.

Los harapientos escarban la basura en busca de cartones para vender y algo de comida que calme el mareo. Llegan desde los barrios marginales en camiones o carros improvisados. Diseccionan los residuos hasta el detalle. "Y, siempre se encuentra algo", dice Juan, un exobrero que sólo guarda el recuerdo de otros tiempos.

En los años 70, sólo el 5% de la población vivía por debajo del umbral de la pobreza. Después de la dictadura militar (1976-1983), la miseria subió al 12%. A partir de 1998, en plena fiesta neoliberal, se superó la barrera del 30%. Y en el 2002 se ha llegado al 51% de pobres.

Esta nueva cultura del residuo es una de sus expresiones, con ángulos más dantescos. Mientras unos argentinos sintonizan por las noches el canal de TV por cable Gourmet --allí se enseña a elaborar sofisticadas ambrosías--, otros no sólo se sumergen en los despojos para recuperar lo que quedó de una cena, sino que roban rejas de casas, sumideros, trozos de semáforo, puertas de aluminio, cables telefónicos, placas de bronce, monumentos, para cambiarlos por dinero en el mercado negro del metal.

AYUDA ESTATAL

La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) sostiene que si se redistribuyera sólo el 2,5% del consumo total de los hogares, no habría indigencia. El Gobierno del presidente provisional, Eduardo Duhalde, prefirió, no obstante, la vía del socorro estatal y entrega 50 euros (poco más de 8.000 pesetas) por mes a cada familia indigente. Claro que esa ayuda puede terminar abruptamente. El Banco Mundial acaba de cancelar un préstamo de 600 millones de dólares para la asistencia social porque Argentina no pagó su deuda de 800 millones con la institución y se encuentra al borde de la suspensión de pagos.

"Si me quedo sin el subsidio, ¿qué hago?", se pregunta Carmen, madre de cinco hijos. Dos de ellos ni siquiera pueden recibir ayuda porque carecen de documentos. Su madre no ha conseguido el dinero --unos 10 euros-- para pagar los trámites. Y, por eso, esos chicos "no existen" para el Registro Civil. Son los nuevos N.N. --ya hay 54.000, según el programa televisivo Punto Doc -- muertos en vida.