Shirin Ebadi se convirtió, con 27 años, en la primera juez de Irán, pero la revolución islámica de Jomeini, cuatro años más tarde (1979), la dejó sin trabajo porque las mujeres son "demasiado emocionales e irracionales" para desempeñar ese cargo. Este revés humillante no la paralizó y Ebadi (Irán, 1947) siguió trabajando para lograr que su país fuera más justo.

Desde entonces da clases en la Universidad de Teherán y como abogada ha defendido a decenas de personas que han sido torturadas o se han visto privadas de su libertad de expresión. Como muchos abogados iranís, ha pisado varias veces la cárcel, la última vez en el 2000, por, supuestamente, "manipular" un vídeo con el que intentaba probar la represión policial en las manifestaciones de estudiantes. Ebadi, además, cofundó la primera organización por la lucha de los derechos humanos tras la revolución.

Los que la conocen afirman que, pese a su baja estatura y su voz suave, esta mujer es un torbellino y tiene un coraje y una valentía excepcionales en un país en el que las mujeres se sienten personas de segunda clase. Las asociaciones de derechos humanos de Irán desean que ella y su premio sean un catalizador para las reformas que necesita Irán.