Mujeres y menores de edad trabajan en Albania en la desactivación de municiones y armas viejas para cumplir el objetivo del Gobierno de acelerar el ingreso del pequeño país balcánico en la OTAN. Esta desconocida actividad, llevada a cabo en pésimas condiciones, a cambio de sueldos irrisorios y sin seguro médico, salió a la luz días atrás con las explosiones en un depósito de municiones en Gërdec, cerca de Tirana, que causaron 22 muertos y cientos de heridos.

Desde hace años Albania trata de cumplir la exigencia de la OTAN y destruir unas 190.000 municiones antiguas almacenadas en 955 depósitos militares, repartidos por todo el país y que heredó de la época comunista. En la fábrica de desmantelamiento de Gërdec trabajaban unos 200 obreros, de los que solo uno, el dueño, tenía seguro social, reconocen incluso las autoridades locales.

"Toda Albania trabaja en negro. Por un trozo de pan nos obligaban a meter la cabeza en el fuego", dice indignado Hajdar Aliu, un trabajador de la fábrica. Relata que a una barraca de Gërdec llegaban todos los días decenas de camiones repletos de municiones por desmantelar. Nadie vigilaba el material peligroso, los proyectiles antiaéreos, antitanques, cartuchos de todo tipo y la pólvora que se guardaban, a veces, a la intemperie, asegura.

Bajo el lema Todo el pueblo, soldado , el paranoico dictador comunista Enver Hoxha fortificó el país entero con medio millón de búnkeres para protegerse de un imaginario "ataque imperialista". La única vez que esos búnkeres sirvieron para algo fue durante las explosiones del pasado día 15, cuando centenares de campesinos salvaron sus vidas al refugiarse en estas cámaras redondas, blindadas de hormigón y de hierro.