La indignación por el discurso ambiguo y equidistante del presidente Donald Trump sobre la violencia racista en EEUU no solo se ha extendido entre la clase política interna. Días después del estallido de violencia en Charlottesville (Virginia) -que acabó con la muerte de una militante antirracista atropellada por un simpatizante supremacista blanco- el empeño de Trump en culpar a “los dos bandos” está soliviantando en EEUU y en otras partes del mundo, donde se considera que esta actitud da alas al nazismo y al racismo y alimenta peligrosamente los discursos de odio.

El alud de críticas a Trump no ha parado de crecer. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha condenado sin matices el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la islafomobia. “Están envenenando nuestras sociedades. Debemos levantarnos contra ellos. A todas horas, en todas partes”, ha escrito en Twitter.

En el Reino Unido, uno de los más estrechos aliados de EEUU, la primera ministra, Theresa May, se ha sumado a Guterres: "No veo ninguna equivalencia entre los que promueven el fascismo y los que se oponen a él", ha dicho.

Peligroso e insoportable

Las críticas más contundentes llegaron sin embargo de Alemania. “La trivialización de la violencia nazi por los confusos enunciados de Donald Trump es altamente peligrosa”, declaró Martin Schulz, líder socialdemócrata y candidato a la cancillería en las próximas elecciones. “No deberíamos tolerar las monstruosidades que salen de la boca del presidente”, añadió. Sus palabras fueron reproducidas por el ministro de Justicia, Heiko Maas, también del SPD: “Es insoportable cómo Trump está pasando por alto la violencia de las hordas ultras de Charlottesville”, dijo en un comunicado.

Y en EEUU, en un hecho sin precedentes, los dos expresidentes Bush, padre e hijo, afirmaron en una declaración conjunta: “EEUU siempre debe rechazar la intolerancia racial, el antisemitismo y el odio en todas sus formas”. Otras figuras del Partido Republicano, entre ellas varios senadores y congresistas, se sumaron a las críticas a un presidente cada vez más aislado también entre los suyos.

Desafiar el odio y la intolerancia

El presidente del Congreso y tercera autoridad del país, Paul Ryan, reprochó a Trump la "ambigüedad moral" en este conflicto. "Debemos ser claros. El supremacismo blanco es repulsivo. Este fanatismo es contrario a todo lo que este país representa", declaró Ryan. El veterano senador John McCain tuiteó: “No hay equivalencia moral entre racistas y estadounidenses de pie para desafiar el odio y la intolerancia”. Entre las reacciones de 55 políticos republicanos y demócratas recogidas por ‘The Washington Post’, solo la portavoz del Comité Nacional Republicano, Kayleigh McEnany, expresó su apoyo al magnate. Fuera de la política, la estrella del baloncesto Lebron James acusó a Trump de volver a poner “de moda” el odio racial.

El mandatario, que tardó dos días en condenar expresamente a los neonazis, supremacistas y seguidores del Ku Klux Klan, volvió a suavizar su discurso el martes y afirmó que estos colectivos no tenían toda la responsabilidad de lo sucedido. "Había un grupo en una parte que era malo y un grupo en la otra que también era violento", aseguró en una tensa rueda de prensa. El presidente recriminó a la "izquierda alternativa" la violencia con que respondió a las concentraciones ultras y señaló que los supremacistas sí contaban con el permiso de las autoridades locales. "Muchos de ellos querían protestar contra la retirada de la estatua de Robert E. Lee", dijo en alusión al comandante del ejército confederado durante la guerra de Secesión.

Mientras, la tormenta provocada por las palabras de Trump causaba una desbandada en el Consejo Manufacturero Americano, grupo asesor que aglutinaba a varios de los mayores fabricantes del país. Los consejeros delegados de 3M y Campbell Soup, Inge Thulin y Denise Morrison, respectivamente, se convirtieron en los últimos en renunciar al cargo, del que ya se habían apartado en los últimos los días directivos de AFL-CIO, la mayor federación sindical del país, Intel, Merck, Under Armour y la Alianza para las Manufacturas Americanas.

Ante la fuga de estos empresarios y las anunciadas también en otro consejo asesor, el Foro de Estrategia y Política, Trump decidió súbitamente desmantelarlos. "En lugar de presionar a los empresarios del Consejo de Fabricantes Estadounidenses y del Foro de Estrategia y Política, he decidido terminar los dos. ¡Gracias a todos!", escribió en Twitter. Apenas 24 horas antes había presumido de los "muchos" candidatos que tenía para ambos órganos asesores.

Baltimore retira sus monumentos

El debate sobre los símbolos sudistas sigue en primer plano. La ciudad de Baltimore (Maryland) retiró de madrugada sus monumentos al bando confederado de la guerra civil, favorable a la esclavitud. El ayuntamiento ya lo había decidido hace tiempo, pero la decisión se aceleró a raíz de la violencia en Charlottesville y después de que algunos activistas amenazaran con derribarlos. “Ya está hecho. Tenían que caer. Lo que me preocupaba era la seguridad de nuestra gente y por esto hemos actuado lo más rápido posible”, dijo la alcaldesa, Catherine Pugh. El lunes, un grupo de activistas derribó una estatua confederada en Durham (Carolina del Norte), y las autoridades de otras ciudades en Florida, Tennesee y Kentucky plantean retirar también las suyas.