"El gran comodín desconocido de la próxima política exterior del segundo mandato de Bush es quién será el nuevo secretario de Estado, y si se traerá con él a su propia gente", subraya Stephen Johnson, analista de la conservadora Heritage Foundation, quien como casi todos los expertos en Washington da por descontado que Colin Powell será relevado al frente de la diplomacia estadounidense.

Aunque algunos de los asesores del secretario de Estado están haciendo correr el rumor de que Powell desearía mantenerse algún tiempo más en Foggy Bottom (sede de su departamento), para concluir algunos de los proyectos que él impulsó y aún no ha podido cerrar, la realidad es que su puesto está siendo ya rifado entre cuatro o cinco candidatos... y todos son más conservadores que él. Pero, sea quien sea, ¿qué giro le quiere dar el reelegido presidente a su política internacional?

"Muchos apuestan por que prevalecerá el tozudo instinto de Bush de actuar con o sin las bendiciones de la comunidad internacional, en la línea que ya definió su primer mandato", explica Carla Anne Robbins en The Wall Street Journal .

A esa inclinación natural del presidente estadounidense se suma el hecho de que "los partidarios de la línea dura, dentro y fuera de la Administración, ya están hablando en privado de una agenda para el segundo mandato que podría incluir abandonar el tratado sobre prohibición de pruebas nucleares, o hacer presión para conseguir cambios de régimen en Irán, Corea del Norte y Siria".

Cambios en Cuba

A esa lista seguramente se le podría añadir Cuba, puesto que la comunidad cubana anticastrista de Florida ha vuelto a ser decisiva para que Bush ganara a Kerry en ese estado bisagra. La aplastante superioridad republicana en voto popular ha vindicado a sus colaboradores y partidarios más ultraconservadores, que exigen un viraje a la derecha en todos los capítulos de gobierno, incluida la política exterior.

En su primera rueda de prensa tras la victoria, el propio Bush tampoco mostró ninguna señal de que se replantee la ocupación militar de Irak --al contrario, el Ejército de EEUU se prepara para lanzar de inmediato una ofensiva devastadora en Faluya--, ni lamentó las tensiones con los aliados que han provocado sus acciones de guerra preventiva y unilateralismo prepotente.

Sin embargo, su capacidad de maniobra en la arena internacional sigue limitada por el enorme coste de la invasión de Irak, donde las operaciones bélicas no le concederán los 100 días de gracia con los que puede contar en otros campos de su gestión. "Si las cosas continúan yendo mal en Irak, el presidente puede encontrarse con que su mandato es más frágil de lo que parece, incluso entre los republicanos", opina James Lindsay, del Consejo de Relaciones Exteriores con sede en Nueva York.

Pero la prevista caída de Powell dejará las manos libres al equipo del vicepresidente, Dick Cheney, cuyo número dos, el ultra Lewis Libby, está llamado a ascender, con lo que se endurecerá la proyección exterior del poderío de EEUU.

La muerte de Arafat

La muerte de Yasir Arafat debería darle a Bush la oportunidad de resucitar las negociaciones de paz entre Israel y Palestina. Pero hace tiempo que la Casa Blanca parece haber abandonado la Hoja de ruta y fuentes de la Administración ya hablan de aceptar el trazado del muro de Cisjordania levantado por Ariel Sharon, así como de llegar a un acuerdo sobre los asentamientos judíos que permanecerán en los territorios árabes ocupados, con lo que se dará al traste con los principios del proceso de paz.