Con un polvorín entre las manos, el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, ha advertido de que aplicará mano dura. Las fuerzas de seguridad tienen órdenes de actuar con "firmeza" para garantizar el orden en un país donde 38 personas han muerto en la cadena de disturbios que se han sucedido desde el pasado jueves, día del asesinato de Benazir Bhutto. El Ejército y los paramilitares ya están desplegados en algunas zonas.

En este contexto de inestabilidad y violencia, toda la comunidad internacional tiene la atención fijada en el país asiático, donde las elecciones previstas para el 8 de enero penden de un hilo. A pesar de que la Comisión Electoral tiene fijada una reunión de emergencia para mañana, declaraciones de algunos de sus miembros hacen pensar que es muy posible un aplazamiento de la cita electoral. Otras fuentes aseguran que podrían suspenderse.

El Partido Popular de Pakistán (PPP), liderado por Bhutto hasta su muerte, tiene previsto celebrar hoy una reunión donde deberán adoptarse importantes decisiones. Primero, diseñar una estrategia de reorganización tras el varapalo del asesinato de la líder, luego decidir quién la sustituye y, para finalizar, fijar qué postura tomar en el caso en que se celebren los comicios. El partido del también exprimer ministro y líder opositor Nawaz Sharif ya ha anunciado que boicoteará las elecciones.