Nápoles se ha convertido, desde el martes, en el escenario de una batalla abierta contra los gitanos con un saldo de seis campamentos incendiados y la huida despavorida de sus habitantes. En el inesperado incendio social del suburbio de Ponticelli, cercano al centro de Nápoles, se mezclan rabia ciudadana, mafias locales y, tal vez, un equívoco aliento por la victoria de los conservadores en Italia.

La chispa de la batalla de Nápoles, en la intervinieron bomberos, policía y Protección Civil, prendió el martes de la semana pasada, cuando una mujer descubrió que una gitana de 16 años estaba robando unas joyas en su casa.

La policía la salvó del linchamiento pero, a los pocos días, la joven intentó llevarse a un bebé de seis meses. Fue como una señal para el barrio. "La orden pasó de boca en boca, gracias principalmente a las mujeres: ´Cuando los gitanos se alejen, quemad las barracas que queden libres", explicó Leandro del Gaudio del diario Il Mattino .

En los círculos próximos a estas mujeres presuntamente instigadoras del ataque, la policía ha detectado a los mismos jóvenes que impiden solucionar el problema de las basuras en la provincia.