Mientras Bush y Blair agitaban el fantasma del "imperio del mal" para justificar la guerra preventiva, la verdadera vileza integrista anidaba en ese reino de la intolerancia que tan buen aliado consideraban EEUU y el Reino Unido. Desde ese nido de infamia islamista se financiaba e instigaba ideológicamente el fundamentalismo criminal, cuyo terrible rostro nos mostraron los talibanes, y cuya abyecta ferocidad nos golpeó el 11-M. Sólo un régimen tan fanáticamente retrógrado como el wahabí podía engendrar tamaño odio salvaje. Pero no se quiso ver el mal tan cerca del petróleo saudí.

*Periodista