La ciudad de Arlit emerge en el desierto como un espejismo amarillento de rocas de uranio, chatarra radiactiva, turbantes, grúas y chabolas. Allí donde no hace tanto pastaban plácidamente los camellos, palpita ahora una destartalada urbe de 80.000 habitantes. Alejados de los miles de peones, comerciantes, cargadores, artesanos y prostitutas llegados de todo Níger y los países limítrofes, residen unos centenares de técnicos e ingenieros franceses, blindados en su burbuja parisina, con sus tiendas exclusivas, su hospital privado (el mejor del país) y sus clubs con piscina. Mientras, los autóctonos rebuscan en la basura radiactiva y enferman en su pugna por sobrevivir.

El contundente simbolismo de esta imagen --el perfume francés aromatizando la angustiosa pobreza de millones de personas-- explica por sí sola la razón última del golpe de Estado acaecido 10 días atrás, cuando el coronel Salou Djibo cortó por lo sano la pretensión del presidente de país, Mamadú Tandja, de perpetuarse en el poder y seguir haciendo con el uranio un buen negocio para él y un mal negocio para su pueblo. Esta por ver si el golpe será una transición hacia la democracia, como sostiene la embajadora española en Niamey, María Soledad Fuentes, pero no parece que el reparto del pastel del uranio --el yellow cake, como se lo conoce internacionalmente-- vaya a variar demasiado.

Tras años de disputas con el presidente Tandja, la multinacional francesa Areva hizo las paces con él en 2009 y firmó un acuerdo para explotar la gran mina de Imouraren (1.200 millones de euros de inversión), además de los yacimientos históricos de Arlit y Akouta, pero abrió el grifo a China y Canadá. Es una vieja historia. El primer presidente de Níger, Hamani Diori, se arriesgó a pedir un modesto aumento del yellow cake y se ganó un golpe de Estado en 1975, justo cuando empezaron las exportaciones masivas de uranio.

El crecimiento de la demanda energética augura un hermoso futuro a la nuclearización. Para el 2030, la Agencia internacional de la Energía Atómica (OIEA) prevé un aumento de entre el 20 y el 80% de la potencia nuclear mundial. Obama ha sido el primero en apuntarse, y la presencia de adiestradores militares estadounidenses para el Ejército de Níger íestrategia diseñada por Bush al tiempo que acusaba falsamente al país de vender uranio a Irání indican que a EEUU le interesan sobremanera esos yacimientos. China también ha movido ficha. Sino-Uranium, filial de la empresa pública China National Nuclear Corporation (CNNC), explora desde 2006 la importante concesión de Tegguida y tiene permiso de explotación del yacimiento de Azelik.

Entretanto, ¿qué pasa con la población local? ¿Cómo asume el hecho de ser el país más pobre del mundo, presa de continuas hambrunas, pese a haber exportado 100.000 toneladas de uranio desde 1974 y ser rica en petróleo, oro, fosfatos, estaño, hierro, platino, carbón, titanio y coltán? ±El uranio en Níger es más un mal que un bienO, dice Jeremy Keenan, profesor de la universidad de Bristol y una autoridad sobre el Sahara. ±Es una maldición y tiene todo el potencial de una situación explosivaO. Una mecha que enciende también el terrorismo y el tráfico de drogas en la zona.

El coronel golpista Djibo se apresuró a lanzar mensajes tranquilizadores a la sociedad civil, lo que explica que nadie haya protestado con el derrocamiento de Tanja. "Pedimos a la opinión nacional y a la internacional que nos apoyen en nuestra patriótica acción para salvar Níger y a su población de la pobreza, la decepción y la corrupción".

Aunque los observadores internacionales descartan que los rebeldes tuareg estén detrás del golpe, el Movimiento de los Nigerinos por la Justicia (MNJ) lleva años defendiendo más o menos lo mismo: transferencia del 50% de los ingresos mineros a las colectividades locales, contratación prioritaria de los autóctonos, fin al mercadeo de los permisos de explotación y suspensión de las actividades de investigación en las zonas de explotación ganadera. Salamin Beljh, un inmigrante de Agadez que acaba de regresar a España tras unas vacaciones en Níger, resume el sentir local: "Ha pasado lo que tenía que pasar. Y aún deberían de pasar más cosas para poner fin a esta vergüenza".