Desde que Omar Faruk Abdul Mutalab nació hace 23 años en el seno de una acomodada familia de Lagos (Nigeria), ha vivido rodeado de todo tipo de lujos, a caballo entre su ciudad natal y Londres, estudiando en algunos de los mejores colegios internacionales del mundo y codeándose con la flor y nata de la sociedad africana.

Su padre, un rico banquero ya jubilado tras una exitosa carrera en uno de los bancos más importantes del país, no podía dar crédito al rumbo que tomó la vida de su hijo, viendo cómo caía en la espiral de odio y violencia que rodea a los círculos islámicos extremistas.

Ya en sus años de bachillerato en el Colegio Británico de Lomé (Togo), el joven se ganó entre sus compañeros el apodo de Alfa, nombre con el que en la jerga local se conoce a los "discípulos" del islam. Después vino su etapa universitaria en Londres, viviendo en uno de los barrios más elegantes de la ciudad, a medio camino entre Hyde Park y Regent´s Park.

Tenía un prometedor futuro tras terminar sus estudios de ingeniería mecánica en la University College, formación que estaba completando en Dubái. Pero hace un año empezaron a saltar las alarmas y gente de su entorno cuenta ahora que, meses atrás, el joven Omar Faruk dejó su estilo de vida occidental, rompió los lazos con su familia y desapareció un buen día sin dejar ni rastro.

Las últimas noticias llegaron a través de un mensaje de texto en el que aquel niño bien de Lagos les comunicaba que había recibido la llamada del Islam, les pedía que no intentaran volver a contactar con él y que se marchaba a buscar una nueva vida en Yemen, tierra de su madre, hoy célebre por ser un hervidero de terroristas.

Fue entonces cuando su padre contactó por primera vez con la embajada estadounidense en Abuya, preocupado por el giro que habían tomado los acontecimientos. Habló con la CIA e Interpol, y también con la Agencia de Inteligencia Nigeriana. Su nombre pasó a una extensa base de datos (Tide) de personas "a vigilar" por posibles vínculos con el terrorismo.

Nunca llegó a incluirse en otra lista de presuntos terroristas que no pueden volar porque las autoridades no tenían información para incorporarlo. The New York Times contaba ayer que el joven, que había viajado otras veces a EEUU, pudo renovar su visado en junio del 2008 en la embajada estadounidense en Londres.