Lo que parecían unas medias de seguridad infranqueables han demostrado ser todo menos efectivas. El lunes, un niño de 12 años embarcó, solo, sin billete ni documentación en un vuelo que salía del aeropuerto londinense de Gatwick con destino a Lisboa. Y ayer un avión que despegó desde Londres con destino a Washington fue desviado a Boston después de que una pasajera subiera al avión crema de manos y una caja de cerillas.