Las imágenes de los niños desalojados de una guardería de Tijuana en medio de un tiroteo de tres horas entre narcotraficantes, policías y soldados, así como la noticia de que los sicarios mataron sin escrúpulos a dos niños e hirieron a una niña en la misma ciudad fronteriza, alarmaron ayer a todo el país, sacudido por el reacomodo, ya sin códigos de honor, de unas mafias acosadas por la ofensiva militar que hace un año desató el presidente mexicano, Felipe Calderón.

La propia Tijuana, endurecida cada año con más de 300 brutales asesinatos vinculados con el tráfico de drogas --hasta con cabezas de víctimas en la calle--, se estremeció con las fotos del cuerpecito acribillado de José Ortiz, de tres años. El niño y sus padres murieron tiroteados el martes mientras dormían, porque los pistoleros, que suelen trabajar envalentonados y ofuscados por las mismas sustancias con las que trafican, confundieron al hombre con un oficial de policía y acabaron con toda la familia.

LAS PREGUNTAS Los asesinos hallaron horas después al policía que buscaban: lo mataron también junto con su mujer y su hija más pequeña y dejaron a su otra hija malherida. "¿Cuánto más hay que esperar para que haya resultados por parte de los militares? Ahora resulta que están matando a nuestros hijos", clamó una empleada de una tienda de Tijuana. La frase fue recogida por la prensa de la ciudad y saltó a las agencias internacionales cuando el flamante ministro de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, apenas se sentaba a enfrentar la inseguridad.

Descabezados por la detención y extradición a EEUU de sus capos, los cárteles mexicanos que trafican con la cocaína desde Colombia rompieron hace tiempo todos los códigos de honor en su guerra por las rutas que surcan el país. Mujeres y niños pasaron a ser víctimas de las venganzas. El despliegue militar desatado por Calderón agudizó la lucha por los territorios hasta que, hace cinco meses, las mafias pusieron límites al enfrentamiento con un pacto secreto. Pero algunos grupos prosiguen su espeluznante guerra.

Ahora, opinan los analistas, con los asesinatos de estos niños los cárteles muestran otras estrategias: atacar a familias y a niños como respuesta a los operativos militares del Gobierno. "Quieren sembrar terror y miedo para agobiar a las autoridades", dice Víctor Clark, experto en narcotráfico de la Universidad de San Diego, ciudad californiana a pocos kilómetros de Tijuana.

EL ASEDIO En Tijuana, al despliegue de policías y patrullas en torno a una casa de seguridad del cártel de los hermanos Arellano Félix siguió el jueves una nutrida balacera , a la que se unieron soldados y tanquetas. En medio del fuego cruzado, quedó una guardería: agentes con máscara cargaron con los niños por la calle. Tres horas después, muertos dos delincuentes y heridos cuatro agentes, la policía detuvo en la casa a cuatro pistoleros y halló muertos a seis secuestrados.